“Cuando hablamos de equidad de género, uno de los principales desafíos es resolver las distancias entre la teoría y la realidad. No basta con sancionar normas y aprender teorías –que son necesarias-, si la letra no está necesariamente acompañada de una práctica que intente acercar los polos que siguen manteniéndonos dentro de un paradigma patriarcal y misógino, que oprime a las mujeres principalmente, pero que también define una sociedad prefijada sobre supuestos estereotipados”, indicó la secretaria general adjunta de ATE Nacional, Mercedes Cabezas.
ATE convocó a una Jornada Nacional de Lucha en todo el país el próximo miércoles 30 de abril por la reapertura de las paritarias e inmediato inicio de un proceso de recuperación de los salarios, la reincorporación de trabajadoras y trabajadores despedidos de manera ilegal, el rechazo a la privatización de empresas públicas y el rechazo a la fusión y cierre de organismos, entre otros pedidos.
“La equidad de género en el trabajo está sufriendo un grave retroceso. Quizás el caso más paradigmático es el de la Unión Industrial Argentina (UIA), que no cuenta con mujeres en su junta directiva y la primera y única que aparece en la lista ampliada es la tercera vocal; o incluso conducido también por la UIA, el directorio de la ONG Monopólica IRAM, que no cuenta con mujeres en su directorio ejecutivo, apenas alguna vocal, a pesar de vender una normativa desde 2021 – IRAM 57001 - para ‘promover y fortalecer la equidad de género mediante la reducción de brechas, prevención y erradicación de las violencias por motivos de género para el ámbito de las organizaciones en sus diferentes estructuras’”, sentenció la dirigente.
En Argentina, la desigualdad de género en el trabajo es un problema persistente, con evidencia de brechas en la participación, el salario y la distribución del trabajo no remunerado. Las mujeres suelen estar subrepresentadas en posiciones de liderazgo y tienen una brecha salarial con los hombres, aunque ésta ha disminuido en los últimos años.
Además, las mujeres tienden a dedicar más tiempo al trabajo doméstico no remunerado, lo que afecta su participación en el mercado laboral remunerado.
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