Hace 29 años comenzó la misión en un basural, en las afueras de la ciudad de Antananarivo, bautizado con el nombre “Akamasoa”, que en dialecto malgache significa buenos amigos. Allí construyó casas para miles de familias sin hogar que sacó de la pobreza y hoy comparte la vida junto a ellos. En sus viajes por Europa y el mundo, realiza campañas para conseguir los fondos que sostienen la misión: “Por esta gente yo voy hasta el fin del mundo a pedir justicia”, indicó. Pero rescató que en sus viajes no pide ni mendiga, “solo hablo en nombre de un pueblo que quiere vivir de pie, con coraje y con el sudor de su frente”.
El sacerdote dio opinión sobre el tratamiento de la pobreza en nuestro país y aclaró: “Nunca dije que los planes sociales estén mal”. Pero destacó que éstos deben ser para los casos límite y especiales. “Yo le digo a mi gente de Madagascar: ‘¡No quiero asistirlos!’ Porque asistir a una persona que puede trabajar es hacerla dependiente y esa persona nunca va a ser una persona en serio”, señaló el religioso durante una conferencia que brindó en el Palacio San Martín de la Cancillería, informaron desde la Agencia Informativa Católica Argentina.
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