Los grafiteros comenzaron a mostrarse en Argentina a fines de los 80, siempre al margen y en la clandestinidad para expresar su arte.
Treinta años después, estos artistas callejeros no siempre trabajan vandálicamente, como es el caso del movimiento Proyecto Persiana, una iniciativa creada para intervenir las cortinas metálicas con elaborados murales y con el consentimiento de los propietarios o inquilinos.
"Antes de la acción se lanza una convocatoria de artistas y se piden los permisos necesarios", explicó Santiago Cavanagh, uno de los impulsores de de este grupo urbano, al diario La Nación.
En 2015 se realizaron dos ediciones en las que se pintaron 200 persianas de las calles Libertad, Talcahuano y Uruguay. El domingo se llevó a cabo la tercera edición, que preveía pintar 45 persianas sobre la calle Paraná.
"La idea surgió porque en esas zonas las persianas estaban vandalizadas y pensamos que algo debíamos hacer y nada mejor que usar el grafiti y el arte urbano para transformar las fachadas y embellecer la ciudad", afirmó.
Sin embargo, no siempre se puede combatir los grafitis vandálicos con arte callejero. La Nación publicó que el Gobierno porteño invierte más de 14 millones de pesos al mes para quitarlos, sumando también las tareas para remover pegatinas, pancartas y pasacalles.
Por eso el mundo del grafiti no siempre es bien visto, aunque esto va cambiando gradualmente.
Bancos de datos como el estadounidense "Graffiti Analysis Intelligence Tracking System (GAITS)" están pensados para catalogar los grafitis pero con el solo fin de identificar a sus autores y sancionarlos.
En el Viejo Continente el denominado "Sistema de Información de Grafitis en Alemania" tiene un objetivo completamente diferente: "Queremos investigar la ciudad también como paisaje lingüístico", explicó a la agencia DPA la lingüista Doris Tophinke, de la Universidad de Paderborn, quien dirige el proyecto junto con el historiador del arte del Instituto de Tecnología de Karlsruhe (KIT) Martin Papenbrock, para quienes los grafitis son reflejo de los grupos sociales, los espacios de acción de las tribus urbanas.
En tanto, en Buenos Aires se preparan mapas colaborativos para situarlos y se ofrecen tours con guías especializados para descubrirlos en las paredes de la ciudad.
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