El propósito recaudatorio que guía a las reglas de tránsito va teniendo resultados con la disminución de la cantidad de accidentes viales en los dos últimos años, pero no da respuestas a la creciente proporción de usuarios vulnerables involucrados en los siniestros.
Según los últimos datos de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV), correspondientes a 2023, en el país, de casi 4.000 muertes por siniestros viales, los peatones representan el 11% de las víctimas fatales, en tanto que el 4% son ciclistas, aunque con aumentos sostenidos en áreas urbanas donde el uso de la bicicleta se masificó.
Así es como, en las grandes ciudades, las muertes entre quienes transitan por las calles no motorizados superan el 30%.
Se estima que anualmente mueren alrededor de 6.000 personas y hay más de 100.000 heridos: 14% con lesiones graves y un 86%, heridas leves.
Los accidentes más frecuentes son las colisiones, y la principal causa es la negligencia o falta de atención del conducto
La mayoría de los accidentes (89,5%) se atribuyen a errores humanos, como negligencia al conducir, distracciones y uso de alcohol
La mitad de los siniestros ocurren en rutas, con mayor peso en las nacionales.
Contradicción clave
Un informe llamado “Costos de la siniestralidad vial en Argentina”, elaborado por la Secretaría de Transporte de la Nación, contradice las proporciones estadísticas de la ASV, donde por ejemplo no están los motociclistas.
El área del Poder Ejecutivo saca como conclusión que, el año pasado, “en el país se identifica un claro perfil de víctima fatal: varones, jóvenes de entre 15 y 34 años y usuarios de motocicletas”.
La vulnerabilidad de los que mueren en accidentes de tránsito, cuya frontera estaría delimitada por la circulación en medios motorizados y tracción a sangre, no se encuentra regulada en todos sus alcances.
Las autoridades de la ANSV lo reconocen, al resaltar que es clave alcanzar la “responsabilidad compartida” entre el Estado, la sociedad civil y el sector público, a través de infraestructuras seguras, controles efectivos y una cultura vial basada en el respeto y la prevención.
El congelamiento de la obra pública abandonó la red vial y quedó en consecuencia fuera de la armonía propugnada.
Es evidente que el vademécum de multas sólo se dirige a uno de los protagonistas del tránsito, el automovilista.
Los convivientes vulnerables del tránsito
Cada vez más ciudades en el mundo están adoptando un nuevo paradigma de movilidad: priorizar a las personas por sobre los vehículos.
En este camino, los centros urbanos están siendo rediseñados para desalentar el uso del automóvil particular y, en su lugar, fomentar modos activos y sostenibles como caminar y andar en bicicleta.
En Buenos Aires quedó a mitad de camino el reordenamiento del tránsito vehicular por las calles de la Ciudad mediante la división de calzadas para uso exclusivo de las bicicletas.
Pablo Azorin, consultor de seguridad vial, comenta que “Las transformaciones incluyen la creación de ciclovías protegidas, peatonalización de calles, reducción de carriles para autos, instalación de calles de baja velocidad y la mejora del espacio público con más veredas, plazas y áreas verdes".
Y fundamenta: "A su vez, se promueve la integración con el transporte público, buscando soluciones de movilidad multimodal, segura y accesible” .
“La 8° Semana de la Seguridad Vial es una oportunidad para generar conciencia, desarrollar políticas públicas ambiciosas y exigir entornos urbanos más seguros; ya que proteger a quienes caminan o se mueven en bicicleta no es solo una cuestión de moda o de contribución al medio ambiente: es un compromiso con la equidad, la salud y la vida”, exhorta.
Integración de objetivos
El objetivo propuesto sería: reducir la congestión, las emisiones contaminantes, el ruido y los siniestros viales, mientras se promueve una vida urbana más saludable, activa y equitativa.
En tal sentido, el enfoque integral pasa por:
- Diseños viales más seguros: construcción de aceras amplias, cruces peatonales seguros, ciclovías protegidas e iluminación adecuada.
- Vehículos seguros: incorporación de tecnologías como el frenado automático de emergencia, detección de ciclistas y peatones, y frentes de vehículos que minimicen lesiones.
- Reducción de velocidades en zonas residenciales: establecer límites de 30 km/h en zonas urbanas, especialmente en entornos escolares, barriales o con alta circulación peatonal.
- Fiscalización y controles: prevenir la conducción bajo efectos del alcohol o drogas, a exceso de velocidad o con distracciones.
NA
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