El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires eliminó el homenaje a Diego Armando Maradona en la esquina de Segurola y Habana, en Villa Devoto.
La medida se tomó luego de que los fanáticos del “10”, como tributo, reemplazaran los carteles oficiales de las calles por otros que decían “Diego” y “Maradona” y además cubrieran las señales con pegatinas de distintos equipos de fútbol. Según fuentes municipales, esa intervención alteraba la señalización urbana y generaba riesgos para la seguridad vial.
Desde la comuna explicaron que la remoción forma parte de un operativo para restituir la cartelería original y preservar la normativa vigente: las placas oficiales deben cumplir con criterios de identificación, visibilidad y mantenimiento establecidos por la Ciudad. Fuentes del Gobierno porteño agregaron que, ante nuevas intervenciones no autorizadas, evaluarán medidas de fiscalización y sanciones conforme al marco legal correspondiente.
La decisión renovó el debate entre quienes consideran que los homenajes espontáneos —como los realizados por hinchas y vecinos— son expresiones legítimas de recuerdo y los que sostienen que deben realizarse por las vías institucionales para respetar la normativa urbana y la seguridad vial.
En destacable: La remoción busca restablecer la señalización oficial y evitar que las intervenciones no autorizadas pongan en riesgo a peatones y conductores.
Desde el Ejecutivo porteño, sin embargo, insisten en la razón práctica: el homenaje impedía reconocer correctamente las calles en GPS y las placas no mostraban la altura por estar cubiertas de adhesivos.
Pero también hay una lectura simbólica que muchos consideran insoslayable: dado el peso histórico de Diego Armando Maradona en el fútbol nacional e internacional, para una parte importante de la sociedad la restauración de este homenaje popular resulta incomprensible. Para ellos, el gesto de los fanáticos—que en muchos casos llevan a Maradona tatuado en la piel—era una manifestación genuina de culto popular.
Maradona no fue sólo un gran jugador: su personalidad y carisma consolidaron a un ícono popular que salió de Villa Fiorito y conmocionó al mundo con su talento. No se trata únicamente de una figura deportiva: para muchos, su trayectoria puso en primer plano a la Argentina en una época en la que el país no tenía la misma visibilidad.
Para esa porción de la sociedad, la restauración del cartel equivale simbólicamente a la modificación de una estatua de un prócer.
NA
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