Portada  |  02 agosto 2015

El drama de vivir con una desfiguración facial: "Me han llamado mutante deforme"

Las miradas y los susurros no constituyen crímenes de odio, pero hacen que yo tenga que enfrentar a diario los prejuicios e ideas equivocadas de la gente sobre la discapacidad.

Curiosidades

Vivir con una desfiguración facial en una ciudad concurrida como Londres significa que en raras ocasiones soy invisible. Hasta algo tan simple como un viaje en tren puede convertirse en un desafío de miradas, señalamientos con el dedo y susurros. Tengo neurofibromatosis tipo 1, una condición que causa el crecimiento de tumores benignos en las terminaciones nerviosas, en mi caso, en la cara.

Puedo entender por qué la gente mira. La desfiguración apenas está representada en nuestra cultura mediática, así que no me sorprende que la gente no sepa reaccionar ante ella.

Las miradas y los susurros no constituyen crímenes de odio, pero hacen que yo tenga que enfrentar a diario los prejuicios e ideas equivocadas de la gente sobre la discapacidad.

"Es en el pub, cuando me estoy tomando una cerveza después de una dura semana de trabajo, cuando me siento más vulnerable y expuesto". Foto: BBC Mundo

Se trata de una ofensa criminal en la que la víctima, u otra persona, piensa que tuvo lugar por prejuicios hacia su discapacidad o hacia una discapacidad asumida. Pero los comportamientos a los que yo me enfrento, si se dejan pasar sin que sean desafiados, pueden convertirse en el origen de este tipo de crímenes de odio.

Es en el pub, cuando me estoy tomando una cerveza después de una dura semana de trabajo, cuando me siento más vulnerable y expuesto. Cuando la gente se emborracha, les gusta insultarme. Me han llamado "espástico", "hombre elefante" y "mutante deforme".

"Mi amigo Lucas también tiene una desfiguración facial. Cuando era niño también se burlaban de él, le escupían y hasta le pisaron la cabeza".

Pero yo no soy el único que experimento esto... mi amigo Lucas también tiene una desfiguración facial. Cuando era niño también se burlaban de él, le escupían y hasta le pisaron la cabeza.

En nuestros casos las escuelas a las que íbamos no hicieron nada al respecto. La actitud parecía ser esa de "son cosas de niños" y los profesores tendían simplemente a ignorarlo.

Cuando este comportamiento sucede en el "mundo real" se considera un crimen de odio, así que si simplemente lo etiquetamos en la escuela como una forma de "bullying" o "acoso escolar" estamos enviando el mensaje de que no es un crimen, a una edad muy temprana.

Mi madre solía hacerme la cuenta atrás de los períodos escolares. "Sólo te faltan siete para terminar", me decía. Así que me levantaba cada mañana temiendo lo que me venía por delante.

Ahora el panorama está cambiando, aunque sea lentamente, y los colegios ese toman mucho más en serio el acoso escolar que cuando yo era un estudiante de 15 años.

Como parte de mi papel de mecenas de la organización sin ánimo de lucro Changing Faces (trabaja en apoyo de los que tienen malformaciones faciales u otro tipo de marcas y también para concienciar a la sociedad en cuanto a su inclusión), suelo ir a escuelas a hablar con los alumnos.

Quiero hablarles sobre la discapacidad cuando son jóvenes, para que así sepan el impacto que sus palabras o acciones pueden tener sobre los que sufren estas condiciones.

La gente podría pensar que solo tengo que hacerme más fuerte y tener cuero duro, para que todo me resbale. Pero creo que esa actitud es parte del problema.

Cuando la gente se emborracha, les gusta insultarme. Me han llamado "espástico", "hombre elefante" y "mutante deforme"
Cuando tiene lugar un crimen de odio en relación a la discapacidad, ya sean incidentes leves como los que yo he experimentado u otros más graves, a menudo no se toman tan en serio como otro tipo de crímenes de odio. Y esto queda aún más patente si se observa la legislación sobre el tema.

Las leyes sobre crímenes de odio protegen a cinco tipos de minorías en función de la raza, la religión, la orientación sexual, la transexualidad y la discapacidad. Pero no todas las leyes cubren a todos los grupos, y los que sufren discapacidad quedan a veces excluídos.

El crimen de odio contra la discapacidad se considera una ofensa básica, mientras que los perpetrados en relación a la raza o la religión son ofensas agravadas.

Esto significa que si alguien me ataca porque soy un discapacitado en Reino Unido, el juez tiene la opción de dictar una sentencia de un máximo de seis meses de prisión.

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