Fierros, piedras, botellas, pedazos de butacas y rastros de sangre en paredes y el piso, el estadio Libertadores de América quedó convertido en un campo de batalla. Una guerra entre los hinchas de Independiente y la Universidad de Chile, que dejó 12 heridos y un centenar de preguntas sobre lo que fue el accionar de las autoridades.
Una velada que comenzó con los destrozos y las agresiones de la barra visitante, que lanzó proyectiles y hasta bombas de estruendo hacia la tribuna del local. Ningún policía apareció para controlar la situación, volaban restos de inodoros, bolsas con líquido, y demás elementos, pero no hubo respuesta de los más de 1500 agentes presentes en el estadio, entre la bonaerense y la seguridad privada. Se denunció también que hinchas de la U atacaron a empleadas de limpieza del club y les robaron distintos elementos. Ante el descontrol, la barra de Independiente fue a buscar venganza y tampoco hubo freno. Y allí se vieron escenas de violencia extrema.
Con facas, palos y todo tipo de armas improvisadas, golpearon, desnudaron y humillaron a los hinchas chilenos sin importar si eran de la barra que había protagonizado los incidentes previos o si se trataba de simples hinchas que habían ido a alentar a su equipo y que ahora estaban padeciendo un ataque brutal.
Entre los heridos, hay dos hinchas de la U de Chile en grave estado, el más comprometido es Gonzalo Alfaro, de 33 años, quien cayó al vacío desde la tribuna visitante, en una de las imágenes más impactantes de la noche más negra de los últimos años.
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