Portada  |  08 mayo 2024

Adorno, un experimento sobre la indignación

La obra de Sergio Lobo, que tiene como protagonistas a Ariana Caruso y Emiliano Mazzeo, busca evidenciar que la escucha y la reflexión son una proeza de la que muy pocos pueden jactarse.

Espectáculos

Alicia, una mujer que ronda los 40 años, recibe, después de un largo tiempo, la visita inesperada de Norberto, su ex-pareja. El reencuentro tiene una insospechada novedad: Norberto, a quien Alicia conoció en silla de ruedas, regresó caminando con absoluta naturalidad. A partir de este hecho se desata una feroz discusión en la que la indignación de Alicia obturará toda posibilidad de diálogo.

Luego de una revisión del pasado en común, y de poner sobre la mesa todas las cuestiones que quedarán, invariablemente, sin resolver, todo se encaminará hacia el final que presagia una nueva etapa en esta relación a la que, por sorprendente que parezca, llamaremos “amorosa”.

“´Adorno´ es un experimento sobre la indignación. Un experimento escénico. Una pregunta por la indignación generalizada de nuestros días. La indignación del homo digitalis. Aquella sobre la que nos viene advirtiendo Byung-Chul Han en la que “la histeria y la obstinación no permiten ninguna comunicación discreta y objetiva, ningún diálogo, ningún discurso”, afirma su autor y director, Sergio Lobo.

En este laboratorio en el que arrojamos a los personajes a exponer sus conductas, se produce, acaso como soporte imprescindible, el humor. Un humor a la argentina. Aquel humor que definió como nadie Abelardo Castillo: ambiguo, dudoso, siempre al borde de aquella categoría que inventó Macedonio Fernández: el casi chiste. Puede llegar a ser negro, herético, paródico, incluso absolutamente cómico, pero siempre tiene un sarcástico matiz de crueldad.

En la obra, la indignación es, a la vez, tema y procedimiento. Es decir, aquella noción de la dramaturgia clásica según la cual la resolución de un conflicto genera uno nuevo que, a su vez, será resuelto, generando otro nuevo conflicto y así sucesivamente; es suprimida y, por el contrario, el procedimiento se concentra en la tensión permanente generada por la no resolución del conflicto central. Se trata de una decisión para llevar adelante uno de los principales propósitos de la obra: reflejar en clave tragicómica la incesante invitación a la indignación que se nos propone desde las nuevas usinas ideológicas: los medios de comunicación, las redes sociales, los nuevos dispositivos audiovisuales y la más reciente tecnología de la comunicación, intertextualizadas.

Aunque no se los menciona en la obra, los medios están presentes, porque la incomunicación que atraviesa a los personajes es la misma que se ha instalado en la sociedad actual en la que las nuevas tecnologías filtran sus filamentos ideológicos en discursos y acciones, ensucian la comunicación y desdibujan contornos. Es consecuencia de ellos que resulte difícil, cuando no imposible, distinguir víctima de victimario, amo de esclavo, y reconocer claramente el bien y el mal, si es que aún se puede hablar de tal cosa.

Los personajes de la pieza se desencuentran y son parte de aquel “enjambre digital” del que habla Byung-Chul Han. Lo hacen porque los tiempos en los que existía el otro se han ido. El otro como misterio, el otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como infierno, el otro como dolor, va desapareciendo.

Funciones: Domingos a las 20h.

Teatro del Pueblo: Lavalle 3636

Valor de la entrada: $ 7000/ Se consiguen en Alternativa Teatral

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