Más allá de la sabiduría con la que se lo ha tomado la actriz, este incidente pone de manifiesto lo difícil que es envejecer cuando se trata de pasear por la alfombra roja.
Sarandon –una ejemplar activista de 69 años, embajadora de Unicef, ganadora del Oscar, del Bafta y del premio de Sindicato de actores; ignoró las críticas que su poderoso traje de Max Mara despertó en las redes.
Pero no todos se sumaron a estas críticas y rápidamente salieron a poner las cosas en su lugar.
El periodista Guillermo Alonso escribió un interesante artículo en la revista Vanity Fair en el que trató de resumir todo este revuelo innecesario:
“Lo que subyace realmente aquí es que una mujer ha venido a recalcar que los pechos también existen a los setenta años. Y que tienen derecho a ser mostrados. Probablemente de forma inconsciente, Sarandon llevó a cabo el sábado en los premios SAG algo llamativo y valiente: mostró sus pechos con orgullo, lo hizo con un outfit que Hollywood solo hubiese perdonado a una actriz veinteañera, lo mostró de la mano de su hijo y se expuso a las críticas negativas que seguramente sabía que llegarían al presentar una sección delicada, la del repaso a las figuras que nos abandonaron el último año, enseñando algo que todos los vivos deberían celebrar. Vosotros estáis muertos, pero aquí queremos vivir los placeres del vino y la carne mientras podamos”.
Sarandon no se lamenta de su (fantástico) aspecto, ni tiene ganas de aparentar menos. Ya lo advirtió en una entrevista concedida a la revista V, donde afirmó sin miramientos que jamás volvería a los 25. "No me gustaría volver ahí otra vez. Ahora sé mucho más, y estoy mucho más cómoda con mi piel. Cuando escucho a las jóvenes quejarse por cosas superficiales… ¡están en el pico de vuestra belleza física! Solo disfruta y deja de preocuparte por tus muslos demasiado grandes… Si estás molesta cuando tienes 25, la vida va a ser dura”.
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