En los últimos años, miles de inmigrantes rusos llegaron a Buenos Aires. Tantos que en muchos comercios e instituciones tomaron una decisión para integrarlos: poner los carteles en su propio idioma.
Basta hacer una recorrida por barrios como Palermo o Belgrano para comprobarlo. Rodrigo, dueño de la carnicería El Origen, tiene una pizarra en la puerta toda escrita en ruso.
"Carne de vaca, carne de cordero y carne de pollo", dice, pero todo en ruso.
"Le pedí a un amigo ruso que me ayudara y lo armé. Es que cada vez tengo más clientes de Rusia", sostiene.
En el caso de Adriana Directter, directora de la Escuela Nº17, de Belgrano, lo tuvo que hacer por la cantidad de alumnos rusos que tenía.
"En la puerta pusimos carteles dándoles la bienvenida y explicándoles que tienen que venir con guardapolvo. La idea es que se sientan integrados", explica.
Mariano apeló al mismo recurso, pero en su gimnasio United. Tiene toda la cartelería en castellano, en inglés y, desde unos meses, también en ruso.
Y cuenta por qué: "Es que tengo como 70 rusos que vienen a las clases. Y uno se tiene que adaptar al cliente".
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