Como ese día se casaba una amiga, Graciela fue a la peluquería. Pero todo salió mal: terminó intoxicada e internada en un hospital por un tratamiento de “botox capilar”.
Ella había ido a la peluquería Quinta Avenida, en Barracas. Mientras la teñían quiso hacerse también un tratamiento que le ofrecieron para rejuvenecer su pelo.
Para eso le colocaron un líquido en la cabeza. Y a los pocos minutos se empezó a sentir mal. Muy mal. Tanto que empezó a hincharse, a sufrir temblores y finalmente se desmayó.
En una ambulancia la llevaron de urgencia al Hospital Argerich, donde quedó internada. Tuvieron que desintoxicarla, pero durante días siguió con temblores y con el cuero cabelludo completamente brotado. “Parecía como si tuviera gusanos”, recuerda.
El dueño de la peluquería le ofreció 20 cortes gratis para resarcirla. Eso la enfureció aún más y decidió hacerle juicio. La justicia lo terminó condenando a él y a la peluquera que le hizo el tratamiento a indemnizarla con medio millón de pesos.
Saldaron el daño económico. Pero las secuelas no terminan para Graciela. Todavía hoy, cada vez que se tiñe el pelo, el pánico la atormenta.
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