Hay muchos termómetros para medir la crisis. Rocío tiene uno y muy contundente. Las peluquerías dejaron de ser sus principales clientes en su distribuidora de productos capilares y de estética. Ahora son mujeres que le compran para hacerse los tratamientos ellas mismas y en sus casas.
“Se notó mucho el cambio en dos o tres meses. Es que la diferencia entre ir a una peluquería y hacerte una tintura en tu casa es enorme”, explica.
La última vez que Rosana fue a la peluquería fue en enero. Era su cumpleaños y se dio un gusto. “Después de esa vez empecé a hacerme los claritos yo sola. No me dan las cuentas para pagar una peluquería”, asegura.
El caso de Mirta es parecido. Era empezar a teñirse en su casa o dejarse las canas. “Y ni loca me dejo las canas”, se ríe.
Comentarios