Nació en Barcelona, su hermana en Inglaterra y otra en Argentina. A sus 14 años ya sabía 5 idiomas y conocía varios colegios del mundo. Su infancia se vio siempre teñida de cambios, exposición, viajes espontáneos e inmediatos, fiestas con una diversidad de invitados. Recuerda salir del colegio y ver a su madre subida a una Ferrari. Mientras Pata tocaba bocina, él y sus amigos se subían a su auto. En el trayecto hablaban de mujeres, y cuando llegaban a un kiosko ella les compraba golosinas a todos, en cantidad.
Tras la separación de sus padres, él vivió un tiempo con Alberto y luego con su madre. Cuenta haber vivenciado la evolución de la drogadicción de su padre durante años intensos y fuertes, y que justamente esos recuerdos generaron que él decida alejarse por completo de las drogas.
Cuando vivió con su madre, recuerda momentos en los que David Lebón- quien salía con Pata- se encontraba instalado en su casa. No solamente él, sino que grandes personalidades entraban a la casa con total confianza. No olvida cuando una tarde quiso entrar a su cuarto y vio a un hombre acostado en su cama. Era Charly García. Acaso por eso adquirió el gusto por la música. Hoy Robertino se desempeña como solista y compone sus propias canciones.
Según comenta, de su madre tiene la forma agradable de dirigirse a los demás, mientras que de su padre heredó los rulos y la terquedad. Más allá de las diferencias que puedan existir entre padres e hijos, Robertino está al pie del cañón frente a cualquier necesidad o inquietud de Pata y Alberto. Justamente, luego del accidente doméstico de su madre en Uruguay, el COVID y la subsiguiente internación, acompañó paso a paso la recuperación de Pata. “La pasó muy mal, estuvo al borde de la muerte”, recuerda, y hoy está pendiente de la rehabilitación de su madre.
Agradecimientos:
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Sergio Miyagi- Director de Prensa del Jardín Japonés
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