Andrea trabajaba en el Hospital Santojanni, era radióloga y un día como cualquier otro le pidieron que le haga una placa a un bebé que estaba en Neonatología. Cuando llegó conoció a Juanchi, era un bebé que estaba muy grave y según le contaron las enfermeras su mamá lo había abandonado después del parto, nunca la pudieron encontrar.
Andrea pidió tenerlo a una y en ese momento el bebé se calmó y se durmió. Algo había pasado entre ellos.
Desde ahí Andrea siguió yendo a verlo todos los días, pidió permiso para poder visitarlo, darle de comer o simplemente pasar un ratito y darle la mano.
Varios meses pasaron hasta que Juanchi se fue reponiendo y lo trasladaron a un hogar de niños, dónde esperaría una familia que quisiera adoptarlo.
Andrea encontró la manera de seguir el vínculo, se propuso con referente afectivo, iba a visitarlo, lo llevaba a pasear, jugaban juntos.
Hasta que un día apareció una pareja que lo quiso adoptar, pidieron hacer una consulta con un médico, el diagnóstico: parálisis cerebral. La pareja decidió no seguir con el proceso de adopción y Andrea no pudo evitar pensar que pasaría si nadie quería adoptarlo.
En ese momento no lo dudo, se presentó en el juzgado y pidió la guarda, aun sabiendo que podía aparecer una familia que lo quisiera adoptar.
Juanchi se fue a vivir con Andrea, se eligieron y nadie podía separarlos. El tiempo paso y cuando menos se lo imagino la llamaron del juzgado para decirle que tenía la adopción plena, Juanchi era su hijo para siempre.
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