Greta tuvo durante años un comportamiento inestable. Siempre se lo atribuyeron a su personalidad, hasta que una crisis maníaca la obligó a buscar ayuda profesional. Su familia y su hija ya no la reconocían.
Mientras duró esa crisis, escribió muchos cuadernos, donde fue expresando todos los pensamientos que iban pasando por su cabeza. Escribió y escribió hasta que cuando no aguantó más pidió ayuda.
Los médicos pudieron darse cuenta de que ella tenía un trastorno bipolar, una condición que la llevó a experimentar episodios de euforia y depresión extremos.
A través del tratamiento adecuado, Greta logró estabilizar su vida, recibir apoyo psicológico y farmacológico, y finalmente, compartir su experiencia mediante la publicación de sus escritos en un libro.
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