Cada vez más pibes se exigen al límite en el gimnasio buscando un cuerpo que nunca terminan de alcanzar. Se comparan, se suplementan y, si no van, se castigan.
Lo que arranca como “vida sana” a veces se vuelve una trampa del espejo: culpa, ansiedad, algoritmo, presión, autoexigencia sin fin. Pero al mismo tiempo está la gran paradoja: son chicos que comen bien, duermen bien, no toman, no fuman.
Sí, por momentos se obsesionan, van enfermos y se frustran. Son adolescentes: prueban, exageran, se comparan, se equivocan. Y quizá el desafío no sea frenarlos, sino ayudarlos a encontrar el punto justo entre el esfuerzo y el abuso físico.
Agradecimientos:
Ezequiel Fernández IG @dr.trauma.sports
Agustín Giuliani: IG @agussgiuliani_
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