La ciencia ha logrado que la vejez sea más prolongada. Puede ser un período creativo, dinámico y feliz. Un tiempo de nuestras vidas dónde cumplir con antiguos objetivos que dejamos de lado en el pasado, hacer nuevas amistades y desafiarnos a nosotros mismos. Pacho O’Donnell se pregunta entonces ¿Cómo vamos a vivir la etapa más larga de nuestras vidas? Y por eso sale a conocer ejemplos de una nueva vejez vital, activa y llena de desafíos.
Raquel, Mercedes y Julio tienen algo en común. Los tres ya pasaron la barrera de los 80 años, hace mucho que son viejos, pero eso no les impidió estudiar. En el estudio encontraron una forma de mantenerse vitales y cumplir con objetivos que habían quedado pendientes en el pasado por distintas razones.
Raquel tiene 82 años, de joven estudió para ser docente y lo fue. Maestra, secretaria y finalmente directora. Un día se jubiló, pero no abandonó la pasión por el estudio. Cursó durante la pandemia, con las dificultades extra que la virtualidad trajo y hoy luce con orgullo su título de guía de turismo.
Julio tiene 86 y al igual que Raquel también estudió parte de su carrera en pandemia. Toda su vida trabajó. Llegó a Buenos Aires muy joven proveniente de un pueblo y quiso estudiar abogacía. El vocabulario de los abogados le fascinaba. Lo intento en los años setenta, pero terminó dejando la carrera. Cuarenta años después, volvió para comenzar el CBC de derecho. Sus compañeros tenían 18,19, 20 años y el 76. Casi 10 años después bajo por las escalinatas de la facultad de derecho de la UBA con su diploma de abogado en mano.
Para Mercedes estudiar también era una cuenta pendiente. De joven no había podido terminar el secundario. Con más de 100 años, luego de quedar viuda y superar una gran depresión, decidió volver a la escuela. Fueron muchos los que la ayudaron a lograrlo, maestras, trabajadoras del hogar de ancianos donde vive y sus compañeros del colegio. Hoy a sus 102 años exhibe feliz su título secundario.
Raquel, Julio y Mercedes demuestran que nunca es tarde para estudiar y que lo maravilloso de aprender algo, es que nadie te lo puede quitar.
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