Leandro está preso en la Unidad 40 de Lomas de Zamora y hasta allí fue fue Mauro Szeta para entrevistarlo. El joven le contó que solía robar con la cara cubierta por temor a que lo reconocieran en la calle y que más allá de robar considera que la suya era "una vida normal".
La historia de una herencia
Los padres de Leandro se separaron a poco de su nacimiento y a los 12, 13 años se fue a vivir con su papá. Allí tenía más libertades dice, y es en ese momento en que se entera que su padre y su abuelo eran ladrones.
Casi como un juego o para hacerse el “canchero”, comenzó a robar con un amigo de su infancia. Luego se sumó su hermano y eran los tres quienes iban a robar. Hacían negocios fáciles en donde había plata, por ejemplo estaciones de servicio.
"Imaginate lo que somos que en el velorio de mi abuelo nos cagamos a tiros con la policía que querían venir a allanar a los compañeros del abuelo", cuenta con total tranquilidad.
Fue aprendiendo a robar en la familia, mirando como sus familiares hacían mapas y croquis para reventar cajeros y bancos. Su primer robo fue un locutorio, le sacó a su tio un fierro que tenía y fue a robar una bicicleta. "Robaba por gusto, la adrenalina me gustaba".
Le metieron dos tiros en el cuerpo: uno a los 14 y otro a las 16 años. Su abuelo y su tio fueron los líderes de La banda de la maza. El salía con su padre a robar. La madre no quería que viviera con el padre porque todos los días salía a robar.
Viviendo en Villa Palito armó la Banda de las Cascaritas. "Lastimé mucha gente, sobre todo cuando era el momento de repartir la guita y no nos poníamos de acuerdo".
Empezaron a robar viviendas mientras la gente dormía. Los sorprendían en la cama: “Estás robado”, les decían y se llevaban dinero. Si no encontraban efectivo se llevaban televisores, electrodomésticos, todo lo que tenía valor … “pelás la casa como un ajo”.
"Nosotros agarrábamos a la gente durmiendo y los despertábamos a punta de pistola, teníamos la suerte que siempre había 20mil, 30mil pesos...en ese momento cuando despertás a las víctimas te empieza a latir fuerte el corazón", cuenta.
A lo largo de su vida tuvo muchas persecuciones, fue motochorro y no recuerda la cantidad de gente que lastimó en los robos. Recuerda que una vez se tiroteo con el dueño de una casa. "Yo no robaba drogado, en la familia Sarmiento hay un dicho que dice: si robás, robá bien."
Leandro tenía un trabajo en blanco que le servía como pantalla para que no cayera la ficha de que era un chorro. Con la plata se iba de joda y la mitad siempre se la dejaba a su mujer y sus hijos, algo de lo que se siente orgulloso.
Fue adicto a todo tipo de drogas y por eso también tuvo muchos quilombos con los transas de la Villa. Les cobraba una guita semanal para que los tipos vendieran droga tranquilos, pero cuando estaba corto de guita los afanaba porque sabía que ellos nunca hacían la denuncia.
"Consumía marihuana y merca y solía gastarse entre 8 mil y 9 mil pesos en droga por noche", dice. Cuando no le alcanzaba salía la misma noche a robar para tener más dinero. La adicción la compartía con su tío quien también es ladrón.
A su cabeza le pusieron precio y se tuvo que ir del barrio porque la cana lo seguía a todos lados, se fue para villa La Carcova.
Hoy en día no está seguro de su arrepentimiento, "si me voy de acá no sé si voy a volver, si me llaman para hacer un afano grande ahi voy a estar"
Ver también:
- “Yo robé, maté y quiero salir de la cárcel para volver a hacerlo”
- "Yo robé... y mi mamá también", cuando el delito es hereditario
Comentarios