Lila DeLine manejaba en agosto agosto cerca de su casa en Cedar Springs (Estados Unidos) cuando sufrió un violento accidente que le ocasionó una decapitación interna.
Por el golpe, su columna vertebral quedó prácticamente separada de su cráneo, algo similar a lo que ocurre con las víctimas de la guillotina.
Dentro de la tragedia, la fortuna quiso que cerca estuviera su esposo Ben, quien no perdió tiempo en auxiliarla.
El hombre le sostuvo a Lila la cabeza y el cuello hasta que llegaron los médicos.
Más tarde el cirujano Charles Gibson explicó que se había tratado de una fractura de la médula espinal, una lesión por la que la mayoría de las personas suele morir en el acto.
"El solo hecho de que ella llegara al hospital es un milagro", enfatizó el médico.
Según Gibson, al principio DeLine "no podía moverse" ni hablar, "era incapaz de hacer nada" y "ni siquiera respiraba por sí misma".
A partir del tratamiento, Lila no sólo recuperó el habla, sino que también comenzó a caminar, cocinar y ocuparse de las tareas con sus hijos.
"Es una de las cosas más notables que he visto. Estaba completamente desconcertado", admitió Gibson, quien contó que la mujer aún sigue con la terapia física y concurre al hospital dos veces por semana.
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