"Hoy es un día de sufrimiento para nosotros". Así comienza la carta escrita por Salvatore desde el pabellón de La Nave en la prisión de San Vittore, ubicada en el centro de Milán. El texto, redactado de un tirón y menos de una hora después de conocerse la noticia, refleja la conmoción que generó el fallecimiento del papa Francisco entre los muros del penal.
En el marco del feriado por el Lunes de Pascua, la rutina en la cárcel apenas se altera. Para quienes tienen permiso, hay misa; el resto del tiempo suele transcurrir entre juegos de cartas o mirando televisión. Fue justamente a través de la pantalla que se enteraron. A media mañana, uno de los internos lo vio y lo gritó. Enseguida, el murmullo se propagó de celda en celda, con un eco que iba creciendo: “¡El Papa ha muerto!”. El impacto fue inmediato. La noticia atravesó rejas y despertó algo más profundo: respeto, silencio y duelo.
En ese momento, la Dra. Giuliana Negri, del ASST Santi Paolo e Carlo, estaba de guardia. Ella sabía muy bien cuánto querían a Francisco los internos de La Nave. En realidad, lo querían todos los presos de Italia. Fue el primer pontífice en la historia en abrir una Puerta Santa del Jubileo dentro de una prisión, visitó Regina Coeli pocos días antes de morir, alzó la voz en múltiples ocasiones contra el hacinamiento carcelario. Todos lo amaban.
Pero en La Nave había algo más, un lazo especial. Francisco los había invitado a participar con su coro en el Jubileo de los Artistas. Iban a viajar desde Milán a Roma, con autorización judicial y todo. Estaba todo listo. Sin embargo, dos días antes del evento, el Papa fue internado de urgencia. Aun así, le escribieron. Le enviaron cartas llenas de cercanía, oración y esperanza.
Y ahora, apenas escucharon la noticia, después del grito que corrió de celda en celda, Salvatore volvió a tomar la pluma. La misma con la que le había escrito entonces.
"Hemos recibido la noticia de que nuestro Santo Padre nos ha dejado y ha regresado a la casa del Señor. En estos meses ha desempeñado con dificultad su ministerio pero nunca ha querido separarse de sus fieles y de todos aquellos que viven marginados y oprimidos. Nos regaló su presencia en el día de la Resurrección junto a Jesús renacido de las tinieblas de la muerte y con sus palabras renovó la invitación a la Fe y a la Esperanza, impulsándonos a creer que la esperanza no defrauda y que Jesús muerto y resucitado es el corazón de nuestra Fe. El Papa Francisco quiso dejar la vida terrenal el día del Ángel y como un Ángel se elevó y se reencontró con el amor de Dios Padre. Vela por nosotros y guíanos en nuestra nueva vida , conducida en tu nombre y en el nombre del Señor", escribió en nombre de todos los internos del pabellón.
Francisco almorzó en 2017 con un centenar de reclusos en la cárcel milanesa de San Vittore y durmió una siesta en el lugar. En esa oportunidad, conversó con los detenidos, visitó algunas celdas y recibió cartas y regalos, algunos de ellos de detenidos latinoamericanos.
Fuente: Corriere Della Sera. Fotos: Reuters.
Comentarios