En la guerra, todos los días se conocen historias que muestran el horror de lo que se está viviendo. Una de ellas es la de la madre rusa de un soldado de 21 años que murió en el primer día de la invasión. La mujer cavó la tumba pero las autoridades se niegan a entregarle el cuerpo.
Esta dolorosa situación se vive en Ozerny, un pueblo de 1500 habitantes de la región rusa de Saratov. En el cementerio de su pueblo natal hay una fosa que aún espera el entierro de su cuerpo.
El joven soldado ruso de 21 años murió el jueves 24 de febrero, el primer día de la invasión, y aún no puede ser enterrado en su lugar de nacimiento, como es el deseo de su familia.
“Han dicho que el cuerpo no se entregará hasta que todo haya terminado, para no causar pánico”, reveló su madre, Lyudmila, que todavía no tiene información sobre dónde murió su hijo ni en qué circunstancias. “Nos dicen ‘¿cree que uno de los suyos está ahí?’ Y ni la oficina de registro y alistamiento militar sabe dónde está. Incluso la fiscalía no puede encontrar ninguna pista. El muro es impenetrable”, contó la mujer en un reportaje al diario ruso Novaya Gazeta.
“No hay final a la vista, no podemos despedirnos, no podemos enterrarlo ni llorar sobre su tumba”, lamentó Lyudmila, la madre de este soldado que murió un día antes de cumplir 22 años.
Maxim, el mayor de tres hijos, estudió en una escuela técnica en el vecino distrito de Tatischevsky y se formó como mecánico. Después fue a la Universidad Agrícola de Saratov pero no completó sus estudios porque decidió buscar trabajo en Moscú y en Saratov. “En el campo encontró formas de ganar dinero. Arreglaba tejados, hacía excavaciones, cortaba la hierba. Desde todo el pueblo le llevaban coches y motos para que los reparara”, explicó su abuela Natalia.
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