Venezuela elige a su próximo presidente este domingo y cualquier escenario puede ser posible. Nicolás Maduro puede volver a ser elegido por tercera vez o que sea derrotado después de décadas en el poder.
El PSUV gobierna Venezuela desde 2008. Antes lo hizo el Movimiento Quinta República, desde 1999. Juntos suman 25 años. Comenzó Hugo Chávez. Siguió Maduro. ¿Hasta cuándo? Ni él mismo lo sabe.
En Venezuela, el mandato presidencial dura 6 años pero tiene reelección indefinida: si los votos le alcanzan, Maduro se queda. Si no, deberá entregar el cargo o cumplir con la advertencia que hizo sobre “un baño de sangre”.
En cualquier caso, todos coinciden en que estas son “elecciones históricas”. Este domingo se enfrentan 10 candidatos. Dos son los que se llevan toda la atención: Maduro y González Urrutia, apoyado por María Corina Machado a quien el oficialismo logró, a través de una condena judicial, inhabilitarla por 15 años para ejercer cargos públicos.
Pero a pesar de todo ello, Machado recorre el país con González Urrutia y él ya la invitó a ser parte de su gabinete si gana las elecciones.
¿Cuál es el escenario?
Un total de 21 millones 392 mil 464 venezolanos están habilitados para votar. Sin embargo, se estima que alrededor de 4 millones y medio están fuera del país. De ese número, sólo 69 mil podrán participar desde el exterior por complicaciones en el registro y armado de los padrones.
La participación electoral es crucial para la oposición. Una alta participación podría favorecer a González Urrutia pero los líderes opositores ya advierten, desde hace semanas, maniobras de fraude por los obstáculos que enfrentan los venezolanos en el exterior. Es en esa diáspora donde estaría la mayor parte de votantes anti-Maduro.
Además, denuncian censura y bloqueos a páginas webs de medios y asociaciones civiles para entorpecer el acceso a la información.
A esas voces se suma el gobierno de Estados Unidos. Dice tener “pruebas importantes” de la interferencia del gobierno venezolano en la inhabilitación de candidatos y el arresto de dirigentes opositores.
En medio de este contexto, las encuestas favorecen al candidato de la oposición: varios sondeos aseguran que hasta podría triplicar en intención de voto al actual presidente.
¿Maduro pierde aliados?
De a poco, varios líderes latinoamericanos comienzan a alejarse del presidente venezolano. Mientras, la comunidad internacional trabaja para que oficialismo y oposición firmen un documento por el que se comprometan a aceptar el resultado.
Algunas posturas son más duras. Costa Rica, Guatemala, Paraguay y Uruguay exigieron a Venezuela el "cese del hostigamiento, persecución y represión" contra disidentes.
Colombia mira con atención y mucha cautela. En los últimos días, reforzó la presencia militar en la frontera con Venezuela y analiza cómo hacer frente a una nueva oleada migratoria.
Ante la posibilidad de perder, Maduro advirtió que su país podría caer “en un baño de sangre, en una guerra civil fratricida, producto de los fascistas”.
En Brasil, Lula Da Silva dijo estar asustado por esas declaraciones. “Quien pierda debe darse un baño de realidad, no un baño de sangre. Maduro debe aprender: cuando ganás, te quedás; cuando perdés, te vas y te preparás para disputar otras elecciones”, planteó el presidente brasileño. Maduro lo mandó a tomarse “una manzanilla”. Literal.
La posición argentina actual es un capítulo aparte. El Estado argentino dio marcha atrás con la posición dialoguista que había tomado en su momento Alberto Fernández y volvió a la Corte Penal Internacional: quiere reincorporarse a la denuncia que había comenzado en 2018 junto a Canadá, Chile, Colombia, Paraguay y Perú por las violaciones sistemáticas a los derechos humanos.
En los últimos días, el gobierno argentino habló de las elecciones y pidió "que se respete el proceso electoral y la integridad de todas las personas participantes”.
Venezuela iba a recibir más de 630 observadores internacionales para garantizar una elección transparente. De a poco, esa cifra va bajando. Y crecen las dudas por la legitimidad del resultado.
Alguien va a ganar pero nadie tiene certezas sobre la validez de lo que venga en un país cada vez más alejado, incluso de aquellos que alguna vez fueron sus socios.
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