Portada  |  27 febrero 2018

Las neuro-audiencias: del deseo al hiper rendimiento

Cuando todos hablan de los cambios de hábito de quienes miran la tele, quienes hacemos la tele debemos mirar a nuestro alrededor para descubrirnos como agentes de ese cambio y de una sociedad fatigada.

Opinión

POR ALFREDO KURCHAN*

La segunda década del siglo XXI atraviesa los mismos desafíos que debió padecer la sociedad de principios del Siglo XX cuando acabó la Primera Guerra Mundial , y descubrió que un mundo hiper industrializado abría puertas desconocidas que lo cambiarían todo. Del caballo al automóvil, del tren a vapor a motores propulsados por electricidad, del carbón al petróleo y sus derivados, de fortalezas de madera a verdaderos acorazados de acero por mar y tierra, la irrupción en serie de la fotografía y el desarrollo del cine potenciando la moda y el consumo. El hombre de aquélla época se enfrentaba a una sociedad que empezaba a disciplinar su vida con los patrones de la sociedad industrial.

Un siglo después, esa sociedad disciplinaria parece haber entrado en su fase final dando paso a la misma confusión de época, donde nadie sabe bien cómo será el futuro, pero todos creen que puede ser mucho mejor que lo vivido hasta ahora. El filósofo coreano Byung-Chul Han lo define claramente en varios de sus escritos, que desde Berlín ya se han convertido en best sellers. “La sociedad disciplinaria de Foucault, hecha de prisiones, hospitales, centros penitenciarios, cuarteles y fábricas ya no es un reflejo de la sociedad contemporánea. En su lugar, ya hace mucho tiempo que ha surgido una sociedad de torres de oficina de cristal, shoppings, centros de fitness, estudios de yoga y clínicas de belleza. La sociedad del siglo XXI no es una sociedad disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento”. En esta sociedad del nuevo milenio, la hiperactividad, la aceleración, el rendimiento, la exposición y la hiper productividad crecen al mismo ritmo que también crecen el cansancio de la información, la fatiga de la atención, los trastornos de la personalidad y la depresión generalizada.

Traducido a nuestro mundo doméstico, la vida diaria y en especial a nuestro ecosistema de país al que las cosas llegan después de mucho tiempo y a veces hasta digeridas en otros medio ambientes, nos hemos convertido en sujetos condicionados por la excesiva auto exigencia que provoca el mundo que nos rodea, y en la que estamos inmersos desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir, muchas veces sin la posibilidad del verdadero descanso que supone una desconexión total, léase celular en el mesa de luz, audífonos con música hasta dormir o lectura en la Tablet de un texto o las redes sociales para enterarnos de lo último que sucedió en el día, o el chisme, la polémica y la pelea on line de la que todos hablarán mañana.

En esta sociedad del nuevo milenio, la hiperactividad, la aceleración, el rendimiento, la exposición y la hiper productividad crecen al mismo ritmo que también crecen el cansancio de la información, la fatiga de la atención, los trastornos de la personalidad y la depresión generalizada.

Este estado de cosas, que devienen en una sensación diaria de agotamiento y fatiga, adornado de una supuesta libertad individual como nunca se ha visto en el mundo moderno, sumerge a cada individuo, para el filósofo coreano, en un camino de autoexplotación sin retorno que deriva en lo que denomina “la sociedad del cansancio”.

Ahora bien, ¿Somos hoy lo que describe Han? Podría discutirse y señalar que es una mirada extrema y anti tecnológica. Y que no repara en todos los beneficios y avances, en especial en el alargamiento de las expectativas de vida (de hecho el autor señala que de una sociedad bacterial y viral como fue la del siglo XX pasamos a una sociedad inmunológica y neuronal) y tampoco avizora una solución a ese futuro tan aciago que describe, excepto pasar a una vida contemplativa frente a la autoexigencia del trabajo y la optimización. Una buena fórmula para la construcción y afirmación del Yo. Algo más difícil para la construcción política de una sociedad más sana y justa.

¿Y que tiene que ver todo esto con las audiencias? Hiperconectados, autoexigidos, acelerados, sin tiempo físico para detenerse a mirar, víctimas de la exposición y de la vanidad, agotados de recibir información por todos lados, con trastornos de atención y ansiedad, somos las audiencias de los medios. Los viejos y los actuales, los tradicionales y las plataformas, la tele y los dispositivos móviles, de los programas, las novelas y los shows en vivo, los deportes y los videos de youtube. Pero somos quienes también generamos y hacemos circular contenido, en las redes sociales, por whatsapp en los grupos de madres y padres del colegio, grupos de amigos y de trabajo, en Facebook, Instagram, Twitter, Snapchat, blogs, páginas individuales o de profesionales que creen llegar a sus clientes, donde nos vendemos con una imagen que trata de seducir y conquistar a otros.

Lo que más le quita el sueño a la industria de los medios, tratando de evolucionar dentro de esta nueva realidad, es encontrar el contenido y la forma de ofrecérselo a este nuevo jugador en la industria audiovisual, su fidelización, si es que la hubiera.

En ese frenesí de imágenes y vanidades nadamos hoy tratando de no dejarnos atrapar por nadie, porque simplemente no tenemos tiempo suficiente para regalarles nuestra atención. Y en el medio están los medios tradicionales y masivos, que se debaten entre conquistar a esas audiencias, que somos nosotros, y tratan de atraer a otros que quieren conquistarlos también, los anunciantes. En ese ambiente de continua seducción, aparece un nuevo ecosistema, el digital que pelea por lo mismo. Con la única diferencia que descubrió cómo integrar en un mismo lugar al individuo emisor/receptor, productor de contenido y consumidor del mismo, del de todos hecho por todos. El Prosumidor. Un espécimen de este siglo XXI cuyas características neuronales despistan al gran negocio del consumo masivo. Y lo que más le quita el sueño a la industria de los medios, tratando de evolucionar dentro de esta nueva realidad, es encontrar el contenido y la forma de ofrecérselo a este nuevo jugador en la industria audiovisual, su fidelización, si es que la hubiera, y en el peor de los casos, la forma de involucrarlo en la generación del contenido, el REY en toda esta historia.

Y un detalle que no es menor. Todo lo contrario. La valoración de los algoritmos que utilizan los grandes del mundo digital, Google, Facebook , YouTube y compañía, sumado a la rendición de la decisiones a los mandatos del Big Data, conforman un panorama de uniformidad y falta de creatividad donde ¿Todos querrán lo mismo?¿Todos terminaremos generando las mismas cosas porque un frío cálculo nos dice que debe ser asi?

Hace pocos días, hablando de los miedos en El Noticiero de la Gente, el Dr. Daniel López Rosetti, explicaba con una frase de Sir Winston Churchill, lo que es la ansiedad: “Pasé la mitad de mi vida preocupándome por cosas que jamás iban a ocurrir”. Ocurran o no ocuran nuestros grandes temores, o se desvanezcan ante un futuro más prometedor, lo cierto es que el tiempo perdido no se recupera jamás, según dicen. Y bajo esa sentencia, nadie hoy está dispuesto a perder tiempo para nada, ni para ver, ni para mirar, ni para contemplar. Quizá la fórmula de Han no sea un sueño de un pensador, quizá sea la visión de alguien que vio más allá del horizonte.

*Alfredo Kurchan es Comunicador y Coordinador de Producción en Telefe Noticias

Comentarios