Portada  |  10 agosto 2022

Señor Juez: "Necesitamos terminar con este dolor"

A sus 11 años alguien manchó la infancia de más de 20 personas. Impregnó sus memorias de recuerdos oscuros, confusos, dolientes.

Sr Juez

Pablo, Gonzalo y Francisco eran alumnos del Colegio del Salvador, ubicado en la avenida Callao. Pasaban todo el día ahí, también participaban de campamentos y retiros espirituales. Los compañeros, profesores, tutores y autoridades de la escuela parecían formar todos una familia confiable, respetuosa. 
Pero nada era lo que parecía. El tutor de los alumnos, el cura César Fretes, era el mayor referente de fiabilidad, cercanía y comprensión. Todos querían tenerlo de aliado, ser parte de sus “elegidos”. Principalmente los niños lo veían casi como un par, querían su amistad o “visto bueno”. Es que eso era lo que generaba, la necesidad de pertenecer a un grupo selecto, un grupo cercano a Fretes.
Este hombre resultó ser un abusador, acostumbrado al engaño para conseguir sus objetivos. Dichos objetivos eran los alumnos del Colegio del Salvador, centrándose en los más pequeños, en los más indefensos. 
Gonzalo sufrió de abuso en un campamento. El cura apareció dentro de su cama, ejerciendo contacto físico con la victima mientras dormía. Gonzalo se despertó sorprendido y asustado, mientras Fretes le decía- entre risas- que lo estaba ayudando porque era sonámbulo. 
Pablo y Francisco fueron abusados dentro de la institución, en un despacho de Fretes, cuyas paredes vidriadas estaban tapadas, para ocultar el desastre. Allí les hablaba de sexo, les hacía bajarse los pantalones y mostrar sus partes íntimas. En el caso de Pablo también hubo contacto físico. El cura solía pedirles que mantuvieran el secreto, porque eran parte de un grupo “especial”.
Pasaron los años y el secreto se mantuvo. La escuela e institución jesuita encubrieron al abusador, de todas las formas posibles. Un primer reclamo fue realizado por familias de alumnos antes de que Pablo fuera abusado. Y nadie hizo nada. En 2003, luego de reclamos de algunos de los padres, el encubrimiento fue mayor. La institución trasladó a Fretes a otra sede de la congregación en Mendoza, justo al lado de un colegio. 
Hoy muchas de las victimas son también denunciantes. Ex alumnos del colegio, pasados más de 15 años, deciden hablar. Intentaron tener respuesta de la institución jesuita a través de un reclamo administrativo, pero recibieron una total negación. Ninguna autoridad aceptó el encubrimiento. Por ende, después de años de un secreto pesado y abrumador, deciden comenzar la demanda judicial. Esperan justicia rápida, esperan sentir el cuidado que nunca les dio el colegio, esperan ser comprendidos. Y que la tortuosa y difícil decisión de hablar tenga sus prontos frutos.

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