Portada  |  06 agosto 2021

Condenaron a 26 años de prisión al hombre que secuestró y torturó a su pareja durante 23 años

Ocurrió en Rosario. Oscar Alberto Racco fue condenado por delitos de privación ilegítima de la libertad en concurso ideal con reducción a la servidumbre, en concurso real con abuso sexual con acceso carnal

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Oscar Alberto Racco, el mecánico rosarino que mantuvo a su pareja 23 años secuestrada, fue condenado a 26 años de prisión este viernes por privación ilegítima de la libertad en concurso ideal con reducción a la servidumbre, en concurso real con abuso sexual con acceso carnal en el marco de la ley de violencia de género.

“Mi gran compromiso es que nunca otra mujer vuelva a pasar por lo que pasé”, sostuvo a los medios de su región María Eugenia, la víctima que hoy tiene 45 años. La fiscal de la Oficina de Violencia de Género, Luciana Vallarella, había solicitado una pena de 18 años de prisión para el acusado.

La pareja comenzó a salir cuando ella tenía 18 años y el primer hecho de violencia se registró en 1996, cuando el la acusó de infidelidad y la tiró de los pelos contra un sillón.

La denuncia correspondiente no prosperó y ahí comenzó su tortura: la encerró por más de dos décadas y la sometió a torturas psicológicas, amenazas, violaciones y castigos a golpes.

EL MOMENTO DEL ESCAPE

En mayo de 2019, gracias a un descuido de su captor, logró escaparse. “Nunca pensé que iba a salir de lo que estaba viviendo”, afirmó en la primera audiencia del juicio.

Durante las cuatro horas que duró su declaración la mujer, que ahora tiene 43 años, señaló que durante los primeros cuatro o cinco años de su calvario Racco la tuvo atada con una cadena a la cama. También era obligada a limpiar la casa, trabajar sin recibir pago y hasta la obligaba a arrodillarse y rezar durante horas como penitencia por “ser mala persona y prostituta”.

Entonces tomó los 640 pesos que había en un monedero sobre la mesa de la cocina, dos fotos de su hijo y una carta de su papá que había encontrado después de 15 años, abrió la puerta que Racco había dejado sin candado y empezó a correr. “Corrí por mi vida, fue media cuadra pero para mi eran 100 kilómetros”, remarcó María Eugenia.

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Después de tomar un taxi en la esquina que la llevó hasta una estación de servicio de las calles Italia y Pellegrini, la víctima pudo por fin pedir ayuda: “Busqué a una tía mía en la guía. La llamé y le dije que me ayude porque si no, para la noche estaba muerta”. Así fue como empezó, lentamente, a dejar atrás el infierno.

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