Portada  |  02 abril 2024

Desgarrador mensaje de la madre de la esposa del golfista Emilio Domínguez

María Victoria De La Mota murió por dengue a los 33 años.

Actualidad

María Victoria De La Mota Claverie, esposa del golfista Emilio Domínguez, murió a los 33 años por dengue, dejando consternada a la familia. A pesar de su salud aparentemente óptima, su rápido deterioro sorprendió a todos.

Poc después del sepelio su madre, Lis Claverie la despidió en redes con la publicación de un poema de Miguel Hernández, titulado "Elegía", que el dramaturgo español escribió en homenaje a su amigo Ramón Sijé después de su muerte en 1935.

La madre de Victoria tituló el posteo "Mi hija pequeña ha muerto" y luego transcribió el siguiente poema:

Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañera del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas y órganos, mi dolor sin instrumento, a las desalentadas amapolas, daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte, el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes, sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irá a cada lado disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañera del alma, compañera...

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