Como todos los años, el Día de la Madre se celebra con el objetivo de honrar y reconocer el papel de las madres en la familia y en la sociedad. Originalmente, la celebración estaba asociada con el 11 de octubre, fecha en que la Iglesia Católica solía conmemorar la festividad de la Maternidad de la Virgen María, madre de Jesús. En 1931, el papa Pío XI instituyó esta fiesta religiosa, y en Argentina se adoptó como fecha para celebrar el Día de la Madre.
Con el tiempo, la celebración se movió al tercer domingo de octubre para mantener la costumbre en una fecha cercana, pero desvinculada de las festividades exclusivamente religiosas, convirtiéndose en un día de homenaje a todas las madres, tanto desde el ámbito familiar como social.
¿Pero qué significa ser madre en los tiempos que corren? El escritor y licenciado en Psicología de la UBA Jeremías Aisenberg (M.N. 41347) señala que "los mandatos culturales no cesan de preguntar por ese trámite ineludible que consiste en ser madre, más allá de que hoy se pueda hablar con libertad de otras formas no biológicas de maternar, porque ´Madre´, en realidad, es un lugar".
"La madre es un asilo amoroso donde un prematuro puede convertirse en sujeto hablante, deseante", precisa Aisenberg.
Y agrega que una madre es el refugio donde el cachorro humano podrá convertirse en una persona independiente.
"En nuestra profesión, la Madre es una función a la cual le asignamos el nombre de tesoro de los significantes. Ella no solo brinda contención, protección, seguridad, sino que cumple el rol más importante para el ser humano: el lenguaje", afirma el Lic. Aisenberg.
Con casi 20 años de experiencia en atención clínica, Aisenberg ha sabido combinar su conocimiento de la psicología con su pasión por la escritura para ofrecer un enfoque fresco y accesible a temas complejos. Recientemente publicó su novela "La Gira", un thriller psicológico que mezcla amor, noche y excesos, transformando la trama en una fascinante autobiografía cinematográfica.
"Desde mi perspectiva, no existe algo así como instinto materno. La adquisición del lenguaje que humaniza se produce de una forma bastante curiosa, diferente en cada caso, pero siempre dentro de ese monumental edificio que llamamos Madre", añade.
El comienzo es totalmente arbitrario, azaroso, accidentado. El bebé llora, la madre dice “tiene hambre”. El bebé llora, la madre dice “tiene sueño”. El bebé llora, la madre dice “tiene gases”.
"¿Cómo sabe la madre el significado de cada llanto? ¿Es posible que una madre, primeriza o no, pueda decodificar un llanto en pedido?", se pregunta el profesional.
El cerebro humano tiene la capacidad de procesar datos desde su más temprana edad. Es así como la significación arbitraria de una madre, es codificada hasta aprender el tipo de llanto que tiene que utilizar para cuando quiere dormir, comer, o cuando sienta dolor abdominal. Así comienza el lenguaje humano.
Para Aisenberg, la maternidad como realización personal de una mujer, sigue liderando el podio.
"La Madre es algo sagrado. Hasta nuevo aviso, las destinadas a ocupar esa descomunal tarea son las mujeres. Biológicamente, son ellas las confinadas a una decisión trascendental. El accidente natural que le pone un coto al no tan evidente intento por parte del hombre de ponerse en el lugar de una mujer al atravesar esta decisión clave para la humanidad", subraya el autor.
"La mujer, sea o madre o no, trae de fábrica una doble condición física. Poner el cuerpo no es una metáfora, por más que los avances tecnológicos y culturales no terminan de aflojar la cuerda de semejante decisión", concluye.
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