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Diciembre: el arte de poner límites cuando todo alrededor pide más

¿Por qué diciembre nos agota tanto? "No es solo la cantidad de actividades. Es la carga emocional que llevan", señala una especialista. Consejos para sobrevivir en un mes que entra a escena con un despliegue propio de final de temporada: exceso de brillo, exceso de ruido, exceso de gente, exceso de compromisos.

Por Telefe Noticias

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Actualidad: Diciembre: el arte de poner límites cuando todo alrededor pide más

De repente, en diciembre la vida cotidiana se vuelve una especie de agenda múltiple donde conviven el acto escolar, la despedida del equipo de trabajo, el almuerzo con amigas, el intercambio de regalos, la foto grupal, la reunión del club, el último trámite antes de cerrar el año y ese famoso “tomemos un café antes de las fiestas” que se repite como si enero fuera una amenaza.

“Mientras afuera todo se acelera, adentro empieza un murmullo“, indica la coach ontológica Verónica Jaroslavsky, especialista en crianza, vínculos, fertilidad y perinatalidad. ”¿Necesito realmente todo esto? ¿Estoy diciendo que sí por deseo o por obligación? ¿Cómo se pone un límite sin quedar como la que no quiere participar? Son preguntas que aparecen en muchas sesiones de coaching, y aparecen siempre en diciembre. Porque este mes nos confronta con algo que solemos esquivar durante el año: los límites que no sabemos —o no nos animamos— a poner", explica.

La cultura del “estar para todo”

Hay una fuerza colectiva que empuja a las personas, especialmente a las mujeres, a cumplir. Cumplir con la escuela, con la familia, con las amigas, con el trabajo, con las expectativas sociales. Diciembre toma ese mandato y lo eleva aún más. Sin embargo, admite Jaroslavsky, “estar físicamente no siempre es estar en vínculo”.
¿Por qué diciembre nos agota tanto?

No es solo la cantidad de actividades. Es la carga emocional que llevan.

·        Actividades escolares que implican expectativas familiares.

·        Regalos que no son regalos, sino compromisos sociales.

·        Despedidas múltiples del mismo grupo (la formal, la informal, la con las más cercanas).

·        Encuentros que se hacen por tradición, no por deseo.

·        Reuniones donde una ya sabe que va a estar pensando en la lista de cosas pendientes.

“Diciembre mezcla cansancio acumulado con presión social. Es una receta perfecta para la saturación. Y por eso muchas personas llegan a enero con un sentimiento paradójico: felices, pero drenadas. Celebraron… pero no descansaron", subraya.

La señal que nadie quiere escuchar: el cuerpo

“En coaching trabajamos mucho con la escucha corporal. La clave es sencilla y poderosa: Si tu cuerpo dice NO, pero tu cabeza dice ‘tenés que ir’, prestá atención. Ahí hay un límite que te estás saltando”, remarca la especialista.

Cuándo vale la pena decir SÍ:

·        Cuando el encuentro alimenta vínculos importantes.

·        Cuando te vas a casa con una sensación de bienestar genuino.

·        Cuando no te exige traicionar tu descanso.

·        Cuando suma a tu manera de cerrar el año: con calma, con afecto, con presencia real.

·        Cuando participar también es un gesto de autocuidado o cuidado afectivo.

Y cuándo es necesario decir NO:

·        Si la invitación te deja sin aire apenas la leés.

·        Si vas “para cumplir” y nada más.

·        Si implica gastar energía que no tenés.

·        Si la actividad existe por inercia, no por necesidad emocional.

·        Si al volver a casa vas a estar más agotada que antes de salir.

“Un NO oportuno evita diez agotamientos posteriores. La parte difícil: decir NO sin sentir culpa, que aparece disfrazada de responsabilidad, pero en realidad es un miedo socialmente aprendido: miedo a que se enojen, a quedar afuera, a parecer egoísta. Debemos entender algo simple: decir NO a un compromiso es decirle SÍ a tu salud emocional”, concluye Jaroslavsky.