A los 10 años Nilo aprendió el oficio de hachero de su padre. Cuatro años después maneja hachas, machetes y motorisierras. Las afila para que corten mejor. Selecciona los árboles que no estén agujereados ni curvos. "Hay que aprender a manejar las herramientas. Para hacer un poste primero tenés que ir a limpiar la madera, después lo volteas, después lo medís cómo lo querés cortar, después le sacás la cáscara, después lo hacés redondito y sacás la madera para venderla", explica al diario La Nación.
"Lo ayudo a mi papá y también saco algo de plata para comprarme zapatillas y golosinas", cuenta Nilo, que sueña con tener una cama para él solo.
El hermano jesuita Rodrigo Castells de la Parroquia de San José de Boquerón, define a Nilo como un chico emprendedor y conocedor de la dureza de la vida. "Lucha en medio del monte para salir adelante. No es fácil soñarse cuando hay tantas limitaciones", expresa.
Nilo trabaja en el monte de 8 a 12. Al mediodía vuelve a su casa para almorzar, ponerse el uniforme e ir a la Escuela N°380, en Piruaj Bajo. Con las zapatillas nuevas, el cierre roto del pantalón, su camisa blanca y su corbata, emprende la caminata. "Estoy estudiando porque se van a acabar los postes. Me gustaría ser profesor de Matemáticas", revela.
"El futuro de todos acá es muy frágil porque no tienen seguridad sobre el territorio en donde ellos trabajan y pastorean sus animales. Ese es un tema bien complejo que pone en juego la vida de estos chicos en el monte", concluye Castells, preocupado porque el avance de las empresas agrícolas ha puesto en riesgo no solo la tenencia de tierras ancestrales en la comunidad campesino-indígena de Piruaj Bajo, sino también sus bosques y su cultura.
En la escuela Nilo tiene muy buenas notas. Y es muy probable que sea uno de los pocos chicos que siga estudiando una carrera: "Hace poco me estaba comentando que tiene una tía en Santiago del Estero que lo quería llevar para ahí el otro año para seguir estudiando allá", cuenta Tobías Samana, preceptor y tutor de Nilo.
Nilo quiere seguir estudiando y eso va a significar un desafío económico muy grande para su familia, que todavía no saben cómo van a poder encarar ese gasto por problemas económicos y de distancia.
Cuando los docentes no pueden llegar a la escuela, Samana se hace cargo del curso y los hace hacer ejercicios de matemática o trabajar en la huerta. "Los caminos son un problema y casi nadie tiene camioneta. Si pinchan un goma o se les rompe la moto, los maestros no pueden llegar", explica.
En estos rincones, si bien la educación está universalizada tiene enormes falencias en lo cualitativo. "La oferta es bastante pobre. Los maestros hacen un gran esfuerzo para trasladarse en estos caminos, no todos tienen la misma pasión por la educación, y eso hace que en muchos casos la educación no sea buena", explica Castells sobre la enorme brecha educativa.
Su lugar en el mundo entre el monte y "la represa"
La "represa" es una reserva de agua de lluvia en forma de laguna donde Nilo se siente a gusto. "Desde chico que voy. Ahí tengo un pedazo de mi vida, momentos de dolor, tristeza y alegría. Cuando estoy enojado o triste, me voy para ahí. Te sentás, escuchás los cantos de los bichitos y estás mejor", cuenta.
Piruaj Bajo es como una gran familia, todos se conocen y los vecinos se visitan todos los días. Cuando Nilo quiere jugar, va a buscar a sus amigos a sus casas.
Su actividad predilecta, antes que el fútbol, es jugar a la honda. "La agarro y me olvido de todo", dice Nilo. Le gusta ir al monte a cazar lo que encuentre. "La gente caza quirquinchos, cuchi del monte o jabalí para comer. Acá alimento no va a faltar", dice.
Si podés colaborar, comunicáte por Whatsapp con el Hermano Rodrigo Castells al +54-911-69749665.
Foto: Gentileza La Nación
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