Portada  |  26 mayo 2023

Un barrio, una casa y un sinfín de respuestas por encontrar: ¿Por qué Antezana 247 es tan especial?

El barrio de Caballito se vio sacudido por el paso de Modo Diablo. Los pibes usaron la casa como escuela y en ocho meses se volvieron superestrellas. Ellos se fueron, pero La Mansión sigue ahí y no los olvida.

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“¿Por qué la casa? Si ellos tienen éxito”, se pregunta Alejandro, dueño y quien habita hoy la famosa Mansión ubicada en Antezana 247, lugar que supo ver crecer y formarse como artistas a Duki, Ysy A, Neo Pistea y compañía. La verdad, yo me pregunto lo mismo.

No importa la hora en la que pases: si te parás cinco minutos en frente de la casa vas a ver caer dos, tres, cuatro o cinco grupitos de pibes y pibas que quieren conocer ese lugar tan emblemático para el trap argentino.

De diferentes edades, con amigos o primos, acompañados por mamá y papá, buscan sacarse una buena foto, firmar la pared o grabar un simpático Tik Tok. La mayoría intenta ver su interior, quién sabe para qué. Otros simplemente la contemplan.

Para los fanáticos que vienen del interior, o de otros países, la parada de Antezana 247 es obligatoria. Todos quieren una foto en la puerta de la cuna del trap argentino.

Las habladurías de los vecinos son un montón. La primera vez que fui, una pareja se ofreció a sacarme una foto: obvio que accedí. Interesada por lograr entrar, les pregunté si sabían quién vivía o tenían algún dato para pasarme.

“No vive nadie. La casa la dejaron detonada. El dueño tuvo el proyecto de hacer un Museo, pero lo dejó porque la hicieron pelota. Joda todos los días”, me dijeron con mucha seguridad. Y ahí perdí toda esperanza de algún día poder mostrar La Mansión por dentro.

Gracias a la insistencia que me caracteriza di con su dueño. Pude entrar, grabar y contarle lo que me habían dicho apenas unos meses atrás. “Cómo le gusta hablar a la gente eh, acá vivo yo”, me respondió Alejandro un poco indignado.

Uno va llegando y el aire cambia. No se respira trap, porque el trap lo tienen ellos. Es una energía diferente. Rara y linda. Sinceramente, no la puedo explicar, sólo puedo decir que me envolvió rápido y me generó muchas preguntas. Las tres más importantes fueron las siguientes:

¿Qué hubiera pasado si Alejandro no les alquilaba la casa? Probablemente conseguirían otra pero ¿sería tan mística su dirección como esta? Si conseguían un hogar en Av. Mitre al mil y pico, ¿el álbum de Ysy A le haría honor? Y ni hablar qué hubiera pasado con sus carreras si no tenían disponible un espacio para experimentar, probar, equivocarse y acertar.

¿Cuántos sueños y proyectos se gestaron ahí adentro? Eso también me lo pregunté. El dueño de Antezana los definió como ‘músicos que no sabían que eran músicos’. Y sí. Tiene razón. Si ni siquiera ganaban plata con sus canciones, ¿habrán pensado en llenar cuatro Vélez? ¿Hacer un par de sismos por el mundo? ¿Ser los protagonistas de uno de los himnos más icónicos del trap?

¿Con qué sueños y anhelos llegarán los fanáticos a contemplar esta casa? Creo que es la pregunta más importante que me hice. No creo que sea casualidad que tantos jóvenes elijan ir a conocer La Mansión sabiendo que sus ídolos ya no están ahí. No los impulsa la intención de ver a Duki o tener una buena foto para Instagram. Para mí hay algo más.

La Mansión es una prueba tangible de que tres pibes, y unos cuantos más que los acompañaban en esa madrugada eterna, lograron cumplir sus objetivos. Pibes de barrio, en un país donde el trap no sonaba, donde hacer música era un poco utópico. 

Por: Camila Estraviz

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