Portada  |  15 agosto 2025

Más de un tercio del suelo argentino está en peligro, advierte especialista de la Facultad de Agronomía de la UBA

Está perdiendo su capacidad de producir alimentos, almacenar agua y albergar vida.

Clima, naturaleza y medio ambiente

El suelo regula el ciclo del agua, almacena carbono, sustenta la biodiversidad, filtra contaminantes, recicla nutrientes y da soporte físico a infraestructuras y ecosistemas naturales. Es mucho más que tierra, es el mayor reservorio de carbono del planeta. Hoy, cerca del 36 % del territorio nacional, es decir, más de 100 millones de hectáreas, está afectado por erosión hídrica, eólica o procesos biológicos que deterioran el suelo.

Diego Cosentino, profesor a cargo de la Cátedra de Edafología de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires alertó sobre la situación actual y los desafíos a los que los argentinos se enfrentan: “Hoy, cerca del 36% del territorio nacional, es decir, más de 100 millones de hectáreas, está afectado por erosión hídrica, eólica o procesos biológicos que deterioran el suelo. Esta cifra es alarmante: significa que más de un tercio de Argentina está perdiendo su capacidad de producir alimentos, almacenar agua y albergar vida”.

Según el especialista, entre las regiones más comprometidas se encuentran el NOA (Noroeste Argentino), Cuyo y la Patagonia, que son zonas áridas o semiáridas con pendientes pronunciadas y presentan las tasas más altas de erosión.

A diferencia del agua o el aire, el suelo tarda cientos o miles de años en formarse, por lo que debe ser considerado un recurso no renovable en términos humanos: sustenta la vida terrestre, es clave en la producción de alimentos, regula el clima y actúa como interfaz vital entre la atmósfera, el agua y la biosfera.

El especialista advirtió: “Sin suelo sano, no hay comida posible. Un suelo fértil y equilibrado es el cimiento de toda producción agrícola: sostiene las plantas, les da nutrientes, regula el agua y alberga millones de microorganismos que hacen posible la vida. Pero hoy más del 30% de los suelos del planeta están degradados. Si seguimos perdiendo calidad de suelo, se vuelve cada vez más difícil producir alimentos nutritivos y accesibles para una población que sigue creciendo. Conservar el suelo es, literalmente, defender nuestro futuro alimentario”. y aclaró: “Depende del daño y del clima formar 1 cm de suelo puede llevar entre 100 y 1000 años. Restaurarlo funcionalmente tras una degradación puede llevar décadas, si se aplican prácticas adecuadas y sostenidas”.

Las principales causas que atentan contra el suelo en Argentina son la deforestación y la quema intensiva, especialmente para cultivos de soja en el norte del país; el sobrepastoreo en regiones semiáridas que deja el suelo expuesto y sin vegetación protectora; los monocultivos y la labranza intensiva, que agotan nutrientes y materia orgánica, aunque esto haya disminuido mucho últimamente y el uso excesivo e irresponsable de agroquímicos, sin una ley unificada que los regule, generando salinización y contaminación.

El fortalecimiento de la educación ambiental juega un papel clave para el cuidado del suelo. En un contexto de crisis ecológica global y degradación creciente, promover el conocimiento y la conciencia en la ciudadanía -especialmente en las nuevas generaciones- se vuelve fundamental.

“Cuando cuidamos el suelo ayudamos a frenar el cambio climático porque el suelo almacena carbono que de otro modo iría a la atmósfera en forma de CO₂. Pero si lo degradamos -por ejemplo, al deforestar, sobrepastorear o mal cultivar- ese carbono se libera y agrava el calentamiento global. Además, suelos bien manejados ayudan a absorber agua, reducen el riesgo de inundaciones y hacen que los ecosistemas sean más resilientes frente a sequías o temperaturas extremas”, cerró Cosentino. 

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