Cameron Underwood, un soldador de California, ha vuelto a jugar al golf, a restaurar coches e incluso a hacer paracaidismo, menos de tres años después de sufrir una herida de bala autoinfligida que dañó gravemente su rostro y casi le quitó a vida.
Underwood, ahora de 26 años, se quedó sin la mayor parte de su mandíbula inferior, dientes y nariz, después de su lesión de junio de 2016. Pero solo 18 meses después se convirtió en el segundo receptor de trasplante facial del centro médico NYU Langone Health de Nueva York y uno de los aproximadamente 40 en todo el mundo, un viaje que, según él, le dio «una segunda oportunidad en la vida».
Tras el fracaso de una primera cirugía y después haber consultado a varios médicos, Cameron encontró al cirujano Eduardo Rodríguez en la Universidad de Nueva York Langone Health en Manhattan, quien le dio una nueva esperanza al someterlo a una operación que nuevamente le haría recuperar la confianza en la vida.
Las implicaciones del caso de Underwood van más allá de su propia historia. NYU cree que Underwood fue el primer trasplante de cara en los EE. UU. cubierto por un seguro comercial, un hito que podría significar que más pacientes tengan acceso a esta a cirugía en el futuro, dice G. Leslie Bernstein, administradora del programa de trasplante de cara de la NYU.
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