Curiosidades
La mujer que tiene una enfermedad terminal y busca nueva esposa para su marido
Amy Krouse Rosenthal es una mujer que padece un cáncer terminal se ha inspirado en la película de Isabel Coixet Mi vida sin mí (2003) –o ha leído el relato Pretending the bed is a raft (Simulando que la cama es una balsa) publicado en 1997 por Nanci Kincaid–, eso queda como un interrogante.
Su objetivo era dar con otra esposa, una vez que ella se despida hasta la eternidad, para su adorable cónyuge. “Es fácil enamorarse de él, a mí me llevó un día”, confiesa en la pieza titulada “Deberías casarte con mi esposo”.
Rosenthal, de 51 años, saca el lucimiento de su pluma. Es la autora de más de 30 libros infantiles y de unas memorias. Ha ejercido de guionista y colaborado en medios como el Times. En esta nueva página pergeña un homenaje cargado de ternura hacia el hombre con el que ha compartido 26 años –o 9.490 días hasta esa fecha– y criado tres hijos, sin que, como subraya, faltaran “pequeñas peleas”.
“He estado casada con el hombre más maravilloso durante 26 años. Planeaba que fueran al menos 26 años más”, lamenta. Él responde por Jason Brian Rosenthal, abogado y un ensueño de compañero de aventuras.
Sus hijos adultos –Justin y Miles– le piden su ropa prestada porque les resulta atractiva. A su hija menor, Paris de 19, y en la universidad, le encanta que la acompañe a los conciertos. Viajero ideal, es un manitas en el hogar, le gusta ir al supermercado y cocinar. “Es el tipo de hombre que llega a la primera ecografía del primer embarazo con un ramo de flores”, explica. O que le alegra los desayunos festivos.
“El regalo más genuino que puedo darle es que la persona apropiada lea esto y empiece otra historia de amor”
Todo empezó con una cita a ciegas. Cuenta que el tío John, el mejor amigo de su padre desde la infancia, los conocía a ella y a él siendo ambos niños, aunque por separado, sin conexiones. Nunca se habían tropezado. Amy, residente en Chicago, decidió asistir a una universidad de la costa este del país y luego obtuvo su primer trabajo al otro lado, en California.
La vida transcurría como en un cuento hasta que el 5 de septiembre del 2015 acudieron a emergencias. Ella sentía un dolor raro. El 6 volvían a casa con el diagnóstico. No era una apendicitis, como se creían: cáncer de ovarios. “Adoptamos entonces el plan alterno, que apodamos ‘ser’, para vivir el presente”, añade. Para el futuro, presenta a su marido.