A dos décadas de considerarse por muchos como una especie extinta, asociaciones de conservacionistas e investigadores lograron salvar a las tortugas de techo birmanas, famosas por su sonrisa permanente.
Los científicos consiguieron hallar unos pocos ejemplares de "Batagur trivittata", y con trabajo y tiempo pudieron ayudar a aumentar su población.
La cantidad de estas tortugas asiáticas se incrementó hasta alrededor del millar en cautiverio.
En los últimos cinco años varios ejemplares ya fueron liberados para su regreso al hábitat natural en Birmania.
"Si no hubiéramos intervenido cuando lo hicimos, esta tortuga simplemente se nos habría ido", afirmó el herpetólogo de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre, Steven G. Platt, en declaraciones a The New York Times
La especie "Batagur trivittata", que habitan en ríos, estuvo al borde del abismo de la extinción a mediados del siglo XX a raíz de la pesca y la caza intensivas.
Con difícil acceso a Birmania, durante décadas nadie supo nada de la especie en Occidente, ni siquiera con la apertura de la zona a los extranjeros en los años 1990.
En 2001 un residente de una aldea encontró un caparazón perteneciente a esta especie y lo entregó a Platt. Ello alimentó la esperanza de que la tortuga de techo birmana siguiera con vida.
Por ese mismo período, un estadounidense obtuvo un ejemplar vivo que había estado en venta en un mercado de Hong Kong.
Los rastros llevaron a los biólogos de expedición a Birmania, donde encontraron tres tortugas, un macho y dos hembras, que fueron trasladadas al zoológico en Mandalay.
Con posterioridad, en una playa a la orilla del río Chindwin, los científicos hallaron varios ejemplares, entre ellos, un grupo de hembras que ponían huevos cada temporada seca.
Luego de décadas de trabajo en su conservación, alrededor de 1.000 de estos animales viven en tres centros de Birmania y cinco hembras siguen regresando a la playa del río Chindwin para poner huevos.
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