El teatro del Maggio Musicale de Florencia decidió el pasado domingo, de forma más o menos voluntaria, experimentarlo y estrenó una Carmen de Bizet que supone un insólito paso más allá en esta reflexión.
Los espectadores comprobaron cómo en el último acto de la propuesta del director de escena Leo Muscato la protagonista arrebata una pistola a Don José y lo mata de un tiro. El resultado: muere el maltratador y no su víctima.
El motivo, explican los responsables del teatro, era denunciar la violencia contra las mujeres, que deja un cadáver en Italia cada tres días y cuya lucha carece de altavoces relevantes. Pero en un país donde la lírica es religión, manipular la conclusión de una obra poniendo en riesgo su significado generó el efecto contrario al buscado.
Los defensores de Muscato, entre los que se cuenta el alcalde de Florencia, Dario Nardella —violinista, presidente del teatro en cuestión y gran aficionado a la ópera—, alegan que se trataba de una provocación político-social fundada en las obligaciones del arte de llamar la atención sobre las cuestiones contemporáneas.
"Aprecio su elección porque lo hizo con un objetivo preciso: reflejar un tema gravísimo y serio en Italia como es la violencia contra las mujeres. Ha habido un gran debate y muchas críticas. Pero algunas no las he entiendo. No es una cuestión ideológica sobre cambiar una ópera o su significado. El teatro debe ser denuncia, la cultura debe ser reinterpretada en el tiempo presente. Y vale también para la gran cultura del pasado. Eso no significa cambiar el pasado, no soy un estúpido que piensa en rescribir el arte. El mensaje de la elección de este director de escena es social y cultural: llamar la atención sobre una cuestión tan seria como son los feminicidios", señala Nardella a los colegas del diario EL PAÍS.
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