Luego de la muerte de su madre, una mujer debe volver a su casa de la infancia, esa misma casa que dejó muchos años antes cuando le resultaba insoportable vivir allí. Al regresar, comienza a recordar aquello que pensó enterrado en su inconsciente más profundo.
Los recuerdos retornan como latigazos, y no quedará más remedio que enfrentarlos.
A medida que se va encontrando con esos fantasmas, toma conciencia de las historias que ella misma fue creando en torno a su pasado y que de alguna manera fue lo que la ayudó a sobrevivir.
"Cuando escribí la obra, me interesaba contar una historia sobre cómo una persona que ha atravesado abuso durante la infancia, puede lidiar con eso", explica Florencia Santángelo, directora y dramaturga de la obra.
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El disparador: una carta
"Hacía poco tiempo durante una clase acerca de maltrato infantil, habíamos leído la carta que una adolescente le escribía a su padre abusador, que en ese momento se encontraba preso. Esa carta me resultó infinitamente conmovedora y reveladora, porque hablaba de cómo ella había intentando buscar la salvación en su imaginación", recuerda Santángelo.
"En lugar de recordar, se inventaba recuerdos. Los deformaba para que el dolor no sea tan grande. Eventualmente, la niña había recibido la ayuda y contención necesaria y cuando llegó a la adolescencia se encontraba en un proceso de sanación", agregó la autora.
"Me interesa contar cómo muchas veces encontramos la salvación, al menos por un tiempo, en la reversión de nuestros propios recuerdos. El dolor es tan grande que se hace indispensable crear una historia diferente para poder sobrevivir", destaca Santángelo.
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