Son tiempos difíciles para los inquilinos. Y ni hablar para los que tienen perros o gatos. Conseguir un dueño que acepte mascotas es casi una misión imposible. Por eso cada vez son más los que tienen que tomar la peor decisión: darlos en adopción para poder alquilar.
Mariana y su hija, Bianca, todavía están de duelo. Ya pasaron unos meses desde que se tuvieron que desprender de Moni, la perra con la que convivieron durante nueve años, pero no terminan de asimilarlo.
“El propietario de la casa que alquilaba no me quiso renovar el contrato y conseguir otra donde aceptaran mascotas me resultó imposible. Busqué meses y nada. No me quedó otra que darla en adopción”, se lamenta Mariana.
Algo parecido le ocurrió a Graciela. El dueño va a vender la casa que alquila y entonces le está insistiendo para que se vaya. Pero ella no consigue otra. Mucho menos una que acepte a Harry, su perrito.
Desesperada, hace dos semanas decidió darlo en adopción. “El era mi gran compañero. Estaba todo el día conmigo. Lo extraño muchísimo, pero no lo quiero volver a ver porque me va a hacer peor”, dice.
Ludmila se tuvo que desprender de Felipe, su gatito de 13 años. En su caso tiene el aliciente de que lo dejó en la casa de la madre, pero no es lo mismo. “Lo veo cada quince días y para mí, que vivo sola, él era mi gran compañero”, cuenta al borde de las lágrimas.
Su historia es la misma que la de todos. Tener que buscar un nuevo alquiler y encontrarse con un montón de obstáculos, pero sobre todo con uno que termina siendo infranqueable: la negativa de los dueños a aceptar mascotas.
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