La inflación baja, pero los sueldos cada vez alcanzan menos. Y para muchos hay una sola salida: aumentar las horas de trabajo.
Carolina es un ejemplo. Como acompañante terapéutica trabajaba 9 horas de lunes a viernes. Pero hace unos meses sus ingresos dejaron de alcanzarle.
Tanto que tomó la decisión de hablar con sus pacientes para pedirles trabajar más horas.
“Ahora trabajo 12 horas de lunes a viernes y también los sábados y domingos”, cuenta. “Era eso o no poder cubrir los gatos más elementales”, agrega.
El caso de Nadia, docente de escuela primaria, es parecido. Hasta principios de año trabajaba jornada simple, pero cuando cobró el sueldo de marzo cayó en la cuenta de que no le quedaba otra opción que empezar a hacer más horas.
“Me tuve que anotar para trabajar doble jornada, porque era imposible con lo que ganaba. Ahora casi no veo a mis hijos, pero no me queda otra”, se lamenta.
El desafío es llegar a fin de mes. El precio, muy alto.
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