Abrazar, escuchar, orientar y contener. Son partes fundamentales del tratamiento y la recuperación. Esa labor realizan las "Guerreas" del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, un grupo de voluntarias que acompañan a los menores, y a sus familias, mientras están internados.
Aunque no reciben un salario, su pasión y solidaridad no es menor a la de un trabajo remunerado.
Con sus guardapolvos celestes, son una referencia continua para las madres, los padres y, sobre todo, para los pequeños pacientes.
Durante todos los días del año, las voluntarias "guerreras" brindan apoyo; colaboran en las salas de internación, en los consultorios externos y en el sector de farmacia; entregan ropa, elementos de higiene personal, juguetes, libros y pañales; orientan a los pacientes ambulatorios y hasta dan una mano a las familias en las cuestiones administrativas.
De la emergencia a su institucionalización
La necesidad y la urgencia a veces dejan algo positivo. Durante la epidemia de poliomielitis que sufrió nuestro país en 1956, el Hospital Gutiérrez debió hacer frente a una demanda inusitada de pacientes que se tradujo en una alta exigencia al personal.
En ese momento crítico un grupo de señoras dieron el paso al frente y no dudaron en prestar su desinteresada ayuda y asistencia.
Años después, en 1961, el entonces director del centro de salud, el Dr. Carlos García Díaz, les propuso integrarse en equipo de trabajo y de esa manera quedó organizado el Servicio de Voluntarias.
A partir de ese momento lograron unir los esfuerzos espontáneos de esas personas que dedicaban horas de sus vidas a ayudar a los niños y a sus familiares.
La creciente importancia de su labor llevó a que la Secretaría de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires incorpore a la Voluntaria Hospitalaria como personal estable, no remunerado.
La excelencia de este Servicio y su valor pionero sirvieron de base para la formación de otros voluntariados hospitalarios.
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