Portada  |  10 agosto 2018

"He vivido": vivieron con plenitud y nos cuentan sus vidas

Un nuevo informe de Erica Fontana, en el que Lorenza Fia cuenta su vida entre Italia y la Argentina, su casamiento y el trágico destino de sus hijos. En soledad, lucha para que la Justicia juzgue a los responsables de los atentados terroristas de los años '70 que acabaron con la vida de ciudadanos inocentes. También relata su vida de circo Liliana Zaccaro, quien crió a sus tres hijos, un cuarto hijo adoptivo y un mono.

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Lorenza Fia (88) es italiana. Vino de Piamonte, Torino. Tenía 10 años cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Todavía recuerda al fascismo de Mussolini y el sonido de las sirenas y las corridas hacia el sótano de su casa por miedo a los bombardeos.

A los 18 años viajó a Inglaterra para reforzar sus conocimientos de inglés. La contrataron en una empresa inglesa de costura donde no paraba de romper agujas y botones. Pero no quiso quedarse en Inglaterra y su hermano que estaba viviendo en Argentina la invitó al país.

Se instaló acá y al poco tiempo empezó a trabajar en una fábrica de tejidos, donde también rompía hilo y aguja... La costura, definitivamente, no era lo suyo.

En la fábrica de motores eléctricos que tenía su hermano conoció a su marido, Abel Ferrari, quien era un cliente habitual. En ese entonces él tenía 38 años y era viudo con dos hijas; ella tenía 25. Cuando su madre y hermano se enteraron de la relación se horrorizaron y decidieron que volviera a Italia. Y ella partió dejando esa relación incipiente.

En Italia empezó a trabajar como camarera del crucero Andrea Doria, que años después naufragó.

En 1954, su novio decidió ir a buscarla a Italia junto a su madre para pedir su mano. Ella aceptó. Una de las hijas de Abel había fallecido hacía poco tiempo. En noviembre de ese año se casaron con una particularidad: fue un casamiento por poder, en ausencia de ella y a la distancia, porque ella no podía venir a la Argentina. ¿Quién ocupó su lugar en la ceremonia? Su suegra.

Una vez casados empezaron a convivir y juntos criaron a la hija mayor de él, Matilde, a quien quiere como si fuera propia. Hoy, los hijos de "Tilde" le dicen "Nona" a Lorenza.

Además de Matilde, la pareja tuvo dos hijos: Abel, con una discapacidad llamada Síndrome de Williams, que falleció hace 4 años atrás, y Laura, fallecida en un atentado con un coche bomba de Montoneros en la puerta de la Universidad de Belgrano en 1975. Laura no militaba ni tenía ninguna afinidad política, simplemente estaba en el lugar y el momento equivocados. Hoy un mural la recuerda, junto a otras víctimas del terrorismo, frente al Campo Argentino de Polo, en el barrio de Palermo. El mismo mural que fue vandalizado al poco tiempo de su creación.

“Cuando Laura murió yo me quería morir, salía con el auto a matarme”, recuerda profundamente emocionada.

A raíz del dolor por la muerte de Laura, su marido sufrió de diabetes y murió en 1995. El dolor pudo con él.

Hoy en día Lorenza vive acompañada por un grupo de enfermeras en su casa, la visita Matilde, a quien ama como a su propia hija, y con el recuerdo de los suyos que ya no están.

LILIANA Y EL MUNDO DEL CIRCO

Liliana Zaccaro tiene 66 años. Su mamá trabajaba como contorsionista en un circo cuando estaba embarazada de ella. No pasó mucho tiempo hasta que Liliana arribó a ese mundo de magia junto a su hermana. Recuerda que su primer número fue de equilibrio sobre una pelota.

En ese tiempo su padre se enamoró de otra mujer y abandonó a la familia. A los 15 años conoció al que iba a ser su marido, también en el circo. Liliana recuerda que su madre no quería saber nada con la relación y no permitió que estuvieran juntos. Sin embargo, ella no le hizo caso y decidió irse con su pareja, 6 años mayor, por amor. Cuando volvieron a ver a la madre, ella finalmente aceptó la relación.

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Se casaron en 1971 en la jaula de leones y por ese casamiento recibieron un dinero con el que compraron una calesita itinerante que iba por los pueblos.  Al tener a su primera hija fueron a Bolivia, donde juntaron plata y se compraron una carpa de circo con la que volvieron a la Argentina. Una vez en Buenos Aires, compraron monos, caballos, leones y armaron su circo: el famoso Circo Broadway. Viajaron por toda la Argentina y estuvieron en países limítrofes. Más tarde tuvieron otros dos hijos.

Liliana tiene varias anécdotas de la vida circense. Recuerda que un día se enteró de la muerte de su abuela antes de salir a escena, pero decidió continuar. Entonces se secó las lágrimas y avanzó porque el show debía seguir.

También recuerda el día que una chispa de tren le cayó sobre la lona de la carpa y comenzó a incendiarse todo y corrieron para poder sacar los animales y el resto de las cosas. “En el circo todos hacíamos de todo”, recuerda con nostalgia.

Uno de sus empleados más queridos se llamó "Mosquito". Era un nene con retraso madurativo de una familia de Merlo a quien terminó criando como una madre. La mamá de Mosquito prácticamente se lo regaló, su padrastro lo golpeaba mucho y ella quiso salvarlo. “Yo fui con ella a una comisaría para que se firmara allí mismo que desde ese momento yo me responsabilizaba por él”, recuerda.

El chico murió de un infarto a los 27 años durante una gira en Huinca Renancó, La Pampa. Liliana dice que fue muy doloroso porque ella no estaba en la carpa el día de la muerte. Lo enterraron allí y cada vez que iban a la Pampa se hacían un rato para ir a visitar su tumba.

Cuando viajaron a Brasil les robaron todo y quebraron. El marido continuó su trabajo en Brasil y una vez por año venía a la Argentina, pero al tiempo se separaron, aunque todavía pasan las fiestas juntos. Nunca más volvió a tener un circo.

Todavía recuerda la primera vez que fue a trabajar como empleada doméstica en una estancia y la dueña le pagó con leche y huevos. Regresó a su casa y se puso a llorar porque no había juntado la plata que necesitaba. Hoy en día es jubilada y la ayudan sus hijos y sus cinco nietos.

Del circo sólo extraña los animales: “La vida circense es muy sacrificada”.

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