Portada  |  21 mayo 2024

Historias únicas: su avión cayó en el Río de la Plata y él fue el único que pudo salvarse

Ricardo fue el sobreviviente de la tragedia de LAER. La increíble hazaña y la pequeña luz que sirvió para que pudiera salir con vida.

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Ricardo era ingeniero, tenía 42 años. Dirigía su propia empresa y lo contrataban de otras para reorganizarlas. Ese 2 de junio hacía mucho calor, algo inesperado para esa época del año. Él había tenido muchas reuniones durante el día y a la noche tenía que viajar a Entre Ríos, pero el destino tenía preparados otros planes. 

A la tarde llega a su casa a preparar el bolso y su hija mayor se sienta en el borde de la cama y se larga a llorar, estaba muy angustiada, no quería que su papá se fuera de viaje. Tenía miedo de que él no volviera. Ricardo la tranquilizó, se subió al remis y partió al aeropuerto.

En el avión viajaban 6 personas, además de Ricardo, una de ellas su mejor amigo. Cuando todo estuvo listo despegaron. 

Eran las 19, el clima había cambiado completamente, había empezado a llover y la temperatura había bajado 20 grados, había sudestada. 

Ricardo tenía trabajo para adelantar durante el vuelo, pasaron unos pocos minutos y sintió como si chocaran contra una pared, no entendía que estaba pasando. En ese momento escucha una voz que le dice que abra la salida de emergencias, pensó que era el piloto y le hizo caso. Cuando logra romper con el codo esa salida empieza a entrar agua como si fuese una manguera con mucha fuerza, logra salir y pararse arriba del ala, ahí empezó a entender que habían tenido un accidente, el avión se estaba hundiendo. 

Empezó a flotar, trató de buscar a sus compañeros, pero no había nadie. Tenía puestas unas botas texanas que se le empezaron a llenar de agua y lo hacían hundirse cada vez más. Hasta que en un momento se dejó morir. 

Cuando estaba hundiéndose se le vino a la cabeza lo que le había dicho su hija, Ricardo había perdido a su papá cuando era muy chico y no quería que sus hijos vivan lo mismo, ahí mismo reaccionó y se dio cuenta que se frotaba los talones de las botas se las podía sacar.

Logró sacarse las botas, subir a la superficie, tomar aire y empezar a nadar hacia las luces que veía a lo lejos. Sabía que el tiempo era escaso, calculo que por la temperatura del agua su cuerpo no resistiría mucho. Nado y nado hasta llegar a la costa, salió en punta Carrasco, un lugar de eventos donde se estaban preparando para una fiesta. Llegó hasta el vidrio en calzoncillos, todo mojado y muerto de frío, golpeó con las fuerzas que le quedaban hasta que alguien lo vio y le abrió la puerta. 

Trataba de contarles lo sucedido, pero no podía hablar, lo sentaron adelante del horno y lo taparon con los manteles que tenían a mano. Hasta ese momento nadie sabía que había un avión caído en el río de la plata.

Llegó el SAME, el cuerpo de Ricardo estaba a 27 grados, la temperatura a la que deja de funcionar el corazón. 

Había sido el único que salió con vida de aquel avión, sintió culpa por salvarse durante mucho tiempo, pero a la larga terminó entendiendo que le había perdido el miedo a la muerte, que busca la felicidad todos los días, cada vez que se levanta.

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