Portada  |  28 julio 2022

Informes especiales: remiserías en extinción

Una de las casi 400 que tuvieron que bajar la persiana es la remisería Nuevo Mundo, histórica del Bajo Flores. Hace tres meses que su dueña, Miriam, dijo basta. Ya casi sin choferes ni clientes convirtió el local en una papelera.

Informes Especiales

Como los parripollos o los videoclubes, las remiserías fueron todo un símbolo de los años 90. Cumplían “el sueño” del cuentapropismo para miles de desocupados. Pero el sueño se tornó pesadilla. Jaqueadas por la aparición de las aplicaciones como Uber o Cabify, en los últimos dos años cerraron sus puertas casi el 70% de las que había en la Ciudad de Buenos Aires.

Los datos surgen del censo que periódicamente realiza la Cámara de Remises y Agencias de la República Argentina (CRARA). “Justo antes de la pandemia teníamos 576 remiserías funcionando en la ciudad. Ahora quedan menos de 200 y, muchas de ellas, sobreviven a duras penas”, explica Gino Marín, presidente de la Cámara.

Una de las casi 400 que tuvieron que bajar la persiana es la remisería Nuevo Mundo, histórica del Bajo Flores. Hace tres meses que su dueña, Miriam, dijo basta. Ya casi sin choferes ni clientes convirtió el local en una papelera.

“Se me fue parte de mi vida –se lamenta Miriam-. Treinta años tuvimos la remisería. Mi hija se crió acá, entre los autos y los choferes, que eran parte de mi familia”.

Laura, dueña de la remisería Ricardo, en Villa Lugano, todavía da pelea. Llegó a tener más de 70 autos y ahora hay días que apenas si cuenta 5. “Queda la gente grande. Los más jóvenes se van todos a trabajar con las aplicaciones, porque manejan los horarios y no tienen las exigencias que tiene una remisería”, se queja.

Se refiere al decreto regulatorio 167/98, según el cual los autos de las agencias deben tener, como máximo, 5 años de antigüedad y una cilindrada mínima de 1.600 centímetros cúbicos. El problema es que eso no corre para muchas plataformas que no están habilitadas, pero que, sin embargo, funcionan.

En cuanto a los precios la situación fue cambiando con los años. “Al principio las aplicaciones tenían tarifas más baratas, por eso se quedaron con casi todo el mercado. Pero ahora, que casi no tienen competencia, en general son más caras que los remises, porque suben los precios aduciendo que hay alta demanda”, sostiene Marín.

Para bien o para mal la tendencia parece irreversible. Hoy, como en los 90, las remiserías también son un símbolo. Pero de una especie en vías de extinción.

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