Claudio resistió hasta que no pudo más. Tuvo que cerrar su parilla porque la crisis lo dejó sin clientes y con gastos imposibles de afrontar. Pero angustiado y con el resto que le quedaba, decidió arriesgar de nuevo: la está convirtiendo en una pizzería, a tono con estos tiempos de bolsillos flacos.
“La cuenta es simple. Con la parrilla tenés un promedio de veinte mil pesos de gastos por persona. Con la pizza cada uno come por seis mil”, explica Claudio.
Sabe que la situación está muy difícil y que los riesgos son altos. Es su última ficha, pero decidió apostarla. Su medio de subsistencia y el de sus diez empleados está en juego.
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