Portada  |  30 octubre 2018

"Pasa de Noche": yo amo mi auto

Cada vez son más las mujeres fanáticas de los autos y la velocidad que se suman a un ambiente que hasta hace poco era casi patrimonio exclusivo de los hombres.

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Dana lo mira y le brillan los ojos. Le habla y le tiembla la voz. Lo acaricia y se le eriza la piel. Lo muestra y desborda orgullo. Después de todo es su “hijo”, según dice. Lo curioso es que su hijo no es de carne y hueso. Es de chapa. Su hijo es un auto. Un Fiat Uno que parió a costa de gastarse miles de pesos para hacer lo que más la apasiona en la vida: correr picadas.

En una experiencia a pura adrenalina, la cámara de Pasa de Noche pudo comprobar que el de Dana no es un caso aislado. Cada vez son más las mujeres fanáticas de los autos y la velocidad que se suman a un ambiente que hasta hace poco era casi patrimonio exclusivo de los hombres.

Muchas de ellas se encuentran todos los viernes y domingos a la noche en una esquina de Banfield, donde, entre mate y mate, exhiben sus autos e intercambian experiencias sobre motores y mecánica antes de salir rumbo al picódromo El Olimpo, en Esteban Echeverría, para vivir una noche llena de emociones.

Es el momento que esperan durante toda la semana. Ya el lunes empiezan a sufrir con los vaivenes del pronóstico del tiempo. Es que si llueve el picódromo no abre. “Mis amigas ya saben que los viernes a la noche para mí no existen fiestas, cumpleaños ni nada más que mi auto y las picadas”, cuenta Dana, de 29 años.

Desde que tiene el auto, lleva gastados más de 100 mil pesos para prepararlo para correr. Tanto que duda antes de contarlo delante de su madre, porque cree que ella no lo sabe y teme que se enoje. Pero la madre le aclara que no sólo sabe eso. También sabe que anduvo averiguando por un préstamo para pagar los gastos. “La verdad es que mi hija está un poco loca”, remata, entre risas.

Una vez terminada “la previa”, la caravana de chicas sale con destino al picódromo, pero antes de llegar hacen una escala técnica en una estación de servicio. Algunas tienen que calibrar la presión de los neumáticos. Otras, como Melani, deben cargar nafta en un bidón para después mezclarla en partes iguales con metanol, un alcohol de olor muy intenso, que para ella “es como perfume”. Tanto que apoya la nariz en el pico del bidón para llenarse de su aroma.

Melani viene desde Moreno con su Fiat Duna subido en un trailer. Es una larga procesión que tiene su recompensa. Apenas atraviesa la entrada del picódromo se siente la persona más feliz del mundo. No le importan los más de 100 mil pesos que lleva gastados en armar su auto de competición o los más de 2 mil que gastará esa noche entre combustible, inscripción en la carrera, peajes y el plus por correr algún repechaje.

Con su Fiat 147, Belén, de 19 años, no hay viernes ni domingo a la noche que falte al picódromo. “Me encantan los autos, la velocidad y hasta el olor a caucho quemado –cuenta-. Es la mejor fragancia para mí. Me la llevo impregnada en la campera”, agrega.

Pero la devoción por los “fierros” también la lleva impregnada en su propia piel. En un brazo tiene tatuada la figura de un auto y en una pierna se dibujó un tacómetro, una bujía, una llave, un pistón y una biela.

De a poco las mujeres se van haciendo su lugar en un mundo donde siguen predominando los hombres. En general, el trato que reciben es de respeto, de igual a igual. Eso sí, algunas marcas del machismo todavía permanecen en pie. Cada tanto se escuchan algún “andá a lavar los platos” o las cargadas hacia un hombre que perdió una “tirada” contra una mujer.

Pero en tiempos de avances en materia de igualdad de género, las “fierreras” dan su propia batalla. Y con el acelerador a fondo.

Texto de Pablo Kuperszmit.

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