Portada  |  13 junio 2022

Roberto Funes Ugarte, perdido en el Departamento Central de Policía

Roberto Funes Ugarte recorre los pasillos y las oficinas donde trabajan miles de personas todos los días.

Informes Especiales

Recorrer los pasillos y las oficinas donde trabajan miles de personas todos los días. Algunos civiles y otros uniformados que todos los días hacen su trabajo en el destino que les toca a lo largo y ancho del país.

Uniformes impolutos, sin tatuajes a la vista, uñas pintadas pero quitaesmalte en la cartera y nada de piercing, así se los ve caminando por esos rincones que rondan el 1800.

Algunos muy jóvenes que están dando sus primeros pasos en este mundo heredado por tradición familiar y que llevan el orgullo de pertenecer a la fuerza en lo más profundo de su corazón. Otros que por interés propio ingresan en la escuela de policía y se preparan para cumplir el desafío de servir a la población.

Roberto se encontró con matrimonios que se conocieron trabajando, como la Sargento Juarez, que conoció a su marido hablando por teléfono hace 20 años atrás. “Yo ingresaba los datos de las personas que él detenía y hablábamos todos los días. Me enamoré de su voz” asegura. Las parejas entre oficiales suele ser común, según cuentan por la cantidad de horas de trabajo y porque también hay mucho prejuicio afuera de este mundo cuando dicen que son policías.

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Esos pasillos que tienen historias y secretos, también sirven de base para el desarrollo de otras profesiones, siempre primero ser policías, pero después llegan otras carreras como psicólogos, locutores, periodistas y en este lugar pueden unir sus dos pasiones. Como es el caso de Nicolás, que primero fue policía y después estudio periodismo deportivo, hoy trabaja en la radio pero siempre está disponible si el deber lo requiere en algún otro destino.

Hay dependencias tienen otras complejidades, los riesgos que se corren en esta profesión son grandes, el Grupo GEOF es el último escalón de respuesta cuando se trata de salvar vidas. Tomas de rehenes y antiterrorismo son sus especialidades.

Todos resguardan su identidad y tienen un nombre ficticio, ninguno de ellos puede mostrar su rostro y tienen una preparación física muy importante.

“Hacemos guardias de 24 hs por 48 hs de descanso, pero 12 hs de esas 48 tenemos que ir a entrenar para mantener nuestro nivel físico. Vemos a la familia cuando se puede, pero ya estamos acostumbrados, nuestra familia es esta” relata “Sincelu” apodado de esa forma porque en su entrenamiento le encontraron un celular escondido entre sus pertenencias.

Otro sector se destina al entrenamiento de perros y caballos, la policía montada que vemos en aquellos lugares donde los autos no pueden entrar, en los ingresos a las canchas.

“Arriba del caballo se siente una tranquilidad indescriptible, salís de todos los quilombos personales” afirma Alex que con 27 años está en la fuerza hace 6 años y ahora asignado a la escuadra Azul y tiene como trabajo diario cuidar a su caballo “Atila”. Cada uno se ocupa de cuidar a su animal, limpiar el lugar donde duermen, montarlo, bañarlo y peinarlo.

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