En el corazón de la ciudad funciona Casa Club, una fundación que acompaña a personas con padecimientos psíquicos en un proceso fundamental: reconstruir sus proyectos de vida.
En Casa Club no hay internaciones ni diagnósticos. Quienes asisten no son pacientes, son miembros. El foco está puesto en la rehabilitación psicosocial, en lo que cada persona puede y quiere hacer, más allá de la enfermedad.
El modelo, que surgió en Nueva York y se replicó en distintos países, propone una lógica distinta: trabajar, estudiar, vincularse, participar. Y hacerlo todo desde el deseo y la posibilidad, no desde la imposición.
Hoy, la sede local tiene más de 280 miembros activos. De ellos, 87 retomaron sus estudios y 76 accedieron a empleos formales. Todo se construye en comunidad: hay unidades de cocina, mantenimiento, redes sociales, limpieza, recursos humanos, y también un bar universitario que gestionan entre todos.
El único requisito para ingresar es querer rehabilitarse y comprometerse con el espacio. No hay camas, pastillas ni guardias. Lo que hay es tiempo, escucha, estructura, y un entorno que confía.
Casa Club es un lugar donde las llamadas "discapacidades invisibles" dejan de ser invisibles, y las personas vuelven a ser protagonistas de su día a día.
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