Hay quienes creen en el amor a primera vista. Y también están los convencidos de que para amar no hay límites ni fronteras.
Melanie Meyer estaba en su casa mirando la televisión cuando apareció en pantalla el rescate de los 33 mineros chilenos. Y apareció, entre todos ellos, Daniel Herrera, el número 16 de los hombres a los que la vida les dio una segunda oportunidad.
A 11.523 kilómetros de distancia, Meyer acababa de llegar a su hogar luego de una jornada de trabajo en su país, Alemania. Con los ojos concentrados en la televisión, vio el rescate, pero además lo vio a Herrera.
Lo vio abrazar a su madre y el gesto, acompañado de palabras. “No importa mamá, ya pasó”, recuerda ahora que dijo el minero rescatado. Y recuerda, entre otras muchas cosas, su sonrisa.
“Tenía algo especial, no puedo decir qué, pero era algo que encontré muy interesante. Estaba con mi hijo y mi hermana y les dije que me gustaba”, dice la mujer.
Ese fue el comienzo de la conquista que tuvo como medio las redes sociales. Lo primero que hizo Meyer fue mandar un mensaje con el español básico que sabía a través de Facebook.
Las respuestas de Herrera eran lacónicas y breves. Pero sin importarle, la alemana insistió y perseveró.
“Nuestra historia se basa en su persistencia. Mucha gente trató de acercarse por Facebook, mucha, mucha, mucha gente. Pero ella fue la diferencia. Yo nunca creí en el amor cibernauta. Pero ella me cambió”, dice ahora el ex minero en diálogo con la BBC.
Lo que siguió fue una seguidilla de visitas, llamadas, chat, mensajes, hasta llegar al altar, el año pasado. El amor, hay quienes dicen, mueve montañas y también fronteras.
Ese parece ser el caso de Meyer y Herrera, quienes tras casarse se quedaron viviendo en Chile, aunque ahora esperan desde Alemania el nacimiento de su primera hija, Sofía.
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