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Relato estremecedor: el infierno de las chicas secuestradas por el Estado Islámico
Mujeres y niñas yazidis que lograron escapar de Estado Islámico (EI) echaron luz sobre los horrores a los que las sometieron los jihadistas durante el cautiverio: violaciones sistemáticas -a chicas hasta de ocho años-, violencia, conversiones y matrimonios forzados. Así lo reveló un escalofriante informe de la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW), que compartió desgarradores testimonios de las víctimas.
El reporte se elaboró en base a las declaraciones de 20 víctimas, entre ellas 9 niñas desde los 12 años, además de responsables kurdos, médicos y operadores humanitarios locales y extranjeros. Las entrevistas se realizaron en Dohuk, en la región autónoma kurda en Irak, a comienzos de este año.
Los yazidis son kurdos que viven, en su mayoría, en el norte de Irak y siguen su propia religión monoteísta. Es una de las minorías más perseguidas por Estado Islámico.
Prácticamente todas fueron casadas con miembros del grupo jihadista, vendidas o entregadas como "regalo". A veces, los milicianos decidían por sorteo a quién iban a violar. Muchas de ellas, consideraron el suicidio como la mejor salida a esa situación.
Una de las entrevistadas es "Jalila" (HRW cambió el nombre de todas las víctimas para proteger su identidad), de sólo 12 años.
La chica contó que fue secuestrada por su familia, pero después de un tiempo a ella la apartaron y la llevaron a una casa en Siria, donde había mujeres y chicas yazidis secuestradas. En esa casa, los hombres las seleccionaban, las examinaban y les pedían que les mostraran su pelo. Si no lo hacían, las golpeaban. Un día, un miliciano la eligió a ella. La abofeteó y la arrastró fuera de la casa cuando ella se resistió.
"Le dije que no me tocara y le rogué que me dejara ir. Le dije que me llevara con mi mamá. Yo era una niña y le pregunté: «¿Qué quieres de mí? » Él pasó tres días teniendo sexo conmigo", contó.
También con 12 años, Wafa contó que fue secuestrada en agosto pasado con su familia. Una vez en Raqqa, bastión de EI en Siria, un señor le dijo que no le haría daño, pero no cumplió con su palabra.
"Dormía en el mismo lugar que yo y me dijo que no tuviera miedo porque yo era como su hija -dijo.- Un día me desperté y mis piernas estaban cubiertas de sangre".