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Un robot solar con identidad andina, ecológica y multilingüe lleva esperanza a los chicos en Perú
Cuando comenzó la pandemia, el profesor peruano Walter Velásquez perdió el contacto con la mitad de sus alumnos. Muchos de ellos viven lejos de la escuela e inicialmente tuvieron dificultades para mantener el vínculo.
La preocupación por seguir contacto con los chicos que no tienen acceso a internet y electricidad motivó a Velásquez a crear una niña robot que bautizó "Kipi". Su invento comparte materiales de clases y saludos para los chicos y sus familias de la región andina Huancavelica, ubicada a unas 15 horas de la ciudad de Lima.
El profesor creó el robot con chatarra electrónica, dos ruedas de una carretilla y la puso en funcionamiento con energía solar.
La niña robot incorporó los audios de “Aprendo en casa”, el plan estatal de educación a distancia, cuentos y música tanto en en castellano como en quechua. De acuerdo a esa lengua, Kipi es la carga que se lleva en la espalda envuelta en una manta.
Velásquez hace largos trayectos en mula para visitar a sus alumnos con su invento y les enseña a usarlo y a cargar las baterías. Kipi queda ahí por unos días y el profesor pasa después a buscarla, de manera que ninguno de sus alumnos se pierda la posibilidad de tenerla cerca y aprender de ella. Su invento dio muy buenos resultados, al punto de que Kipi luego empezó a tener réplicas.
- ¿Cómo surgió la idea de crear a Kipi?
- Se me ocurrió porque me encontré con una mamá que tiene una niña especial y me preguntó cómo hacer para que su hija siguiera aprendiendo en pandemia. Me dijo que ella y su esposo no podían ayudarla porque no saben leer ni escribir y me pidió ayuda. Esa noche no dormí pensando qué podía hacer. Cómo ayudar al grupito de niños con autismo, a los que viven lejos. Al principio, pensé en llevarle una radio o libros y, de pronto, tuve el chispazo creativo. Me dije vamos a hacer felices a estos chicos en estos momentos difíciles.
- ¿Cómo la armaste?
- Con chatarra electrónica reciclada, ruedas de una carretilla. A Kipi le cambié la cabeza como 30 veces. Primero probé con un balde, hasta que encontré una radio vieja de mi papá. Le recorté varias placas de un pedazo de panel solar y las puse como si llevara una mochila. Agarré un adaptador para convertir la energía solar a 12 voltios, ahí la fui bajando un poquito para que funcione su parte electrónica.

Un robot tiene tres componentes básicos. La parte mecánica, la parte electrónica y la parte informática.
- ¿Qué le lleva a los chicos?
- En Perú hay un programa que se llama aprendo en casa que se pasa por TV y radio y me fui a un lugar donde hay más internet, descargué los audios y le puse un poco en su memoria de almacenamiento. Después le agregué audiolibros y les pedí a mis colegas que grabaran un saludo para sus alumnos. Y así empezaron a generar un poquito mas de contenido variado y empecé a crear poemas y canciones.

- ¿Y cómo es Kipi?
- No es solo un recurso. Tiene la identidad de niña andina, ecológica, multilingüe.
Empieza trabajando con la familia, sensibilizándola, llevando los protocolos para el cuidado en esta pandemia y lo bonito es que les habla en español o en quechua y empieza a mandar mensajes positivos sobre cómo cuidar el medio ambiente o respetar a las mujeres. A veces, en la zona andina al papá le sirven primero, el plato más grande, la mejor presa, se le dan todas las atenciones, quien camina adelante es el hombre. Y con eso Kipi se molesta, pone los ojos rojos cuando sucede eso y llama la atención sobre que todos somos iguales… Normalmente les deja un reto para la
próxima visita o los invita a continuar una historia, a bailar con una música de la comunidad. Kipi puede moverse, danzar, puede girar 360 grados. Y se torna un momento especial familiar, un momento de aprendizaje.
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- ¿Cómo es tu comunidad?
- De manera directa yo trabajo con 60 alumnos. A 30 de ellos les llega la señal del teléfono pero hay otros 30 que no tienen ni radio, ni TV, ni internet ni nada y están en las comunidades más alejadas. Cuando todos venían al colegio nadie decía nada pero este año vimos que algunos viven a 20 kilómetros, a 5 horas, a 12 horas. Había alumnos que se juntaban entre 4 o 5 y alquilaban un cuarto y venían solo para asistir al colegio. Esto reveló toda una necesidad. A ellos atiende Kipi y, de paso, lleva alimentos y libros.
- ¿Qué resultados estás observando?
- Cuando regreso me encuentro que no solo cumplieron con el reto sino que le hacen cartas, canciones y es algo que me sensibiliza mucho. A pesar de todas sus precariedades le ponen un poquito de cariño en estos tiempos difíciles.
- ¿Te vendrían bien muchos kipis?
- Sí, todos quieren tenerla. Justo estoy en pleno plan de trabajo porque Kipi va a tener sus hijas. Gracias a personas que nos donaron materiales, pronto saldrán algunas réplicas. Eso es muy importante porque va a permitir que se acerque la educación simultáneamente a todas las familias y va a salir una versión muy bonita.
- Transformaste un robot en un gesto de amor...
- Sí, porque yo le hablo, es parte de mi familia, cuando la construía le decía ´no tenés que fallar, no te vayas a quemar, que no vaya a suceder un cortocircuito por favor. Tenés que llegar a los niños que en este momento no la están pasando bien´. Siempre le puse una mística muy especial.