Portada  |  15 abril 2025

La arquitectura como gran protagonista en la vida de los pacientes con Alzheimer

En la Argentina existe una residencia única pensada para personas con Alzheimer y otros trastornos cognitivos, y la arquitectura es una aliada que los ayuda y beneficia en su vida diaria.

Actualidad

Cuando el Alzheimer irrumpe en la vida de una familia, lo hace con una carga de incertidumbre y emociones difíciles de procesar. ¿Cómo será el futuro? ¿Quién cuidará mejor a mi ser querido? ¿Dónde vivirá cuando ya no podamos acompañarlo como antes? Y, sobre todo, ¿existe un lugar donde pueda seguir viviendo con dignidad, seguridad y autonomía?

En Argentina existe una respuesta concreta y pionera a estas preguntas: una residencia especialmente diseñada para alojar y cuidar a personas con deterioro cognitivo.

Fue construida por el arquitecto Manuel Schopflocher junto a un gran equipo de profesionales, quienes producto de la experiencia y las constantes investigaciones que realizan para lograr un mejor abordaje para este tipo de pacientes, planificaron e idearon minuciosamente el lugar.

Se trata de Manantial, el único edificio en el país —y uno de los pocos en Latinoamérica— concebido desde sus cimientos para acompañar el recorrido de la enfermedad, promoviendo la independencia funcional, el bienestar emocional y la seguridad de quienes allí viven.

“La arquitectura puede cuidar. Este espacio fue construido para favorecer que cada persona mantenga, el mayor tiempo posible, la capacidad de dirigir su vida según sus deseos, creencias, gustos e intereses”, explica Fernando Shalom, fundador y director del proyecto.

Espacios que contienen, no que imponen

El diseño responde a una idea central: que las personas no deban adaptarse a una arquitectura convencional que las limita, sino que el entorno acompañe sus capacidades, respete sus tiempos y potencie su autonomía.

El edificio cuenta con pisos circulares, sin pasillos que terminan, ni escalones ni obstáculos. Las barandas continuas guían los desplazamientos y favorecen una deambulación segura. Cada planta concentra todos los espacios necesarios para el día a día: habitación, comedor, cocina, enfermería y áreas de estimulación.

En la planta baja, un jardín diseñado como circuito sinfín invita a caminar libremente. Las baldosas replican las veredas típicas de Buenos Aires, evocando recuerdos urbanos que estimulan la orientación. Bancos, plantas y estímulos sensoriales completan el recorrido. También se han previsto espacios acogedores para compartir con las familias, manteniendo el lazo afectivo que tantas veces es el mayor sostén.

Mucho más que un edificio: un abordaje integral

El entorno físico, por sí solo, no alcanza. Por eso, el modelo que desarrolla es biopsicosocial, centrado en la persona, e integra arquitectura terapéutica con actividades de estimulación cognitiva y funcional, y acompañamiento de todas las actividades de la vida diaria como la higiene, la alimentación o el vestirse.

El objetivo es claro: alentar todo lo que la persona aún puede hacer sin riesgo, preservando su funcionalidad, y a la vez desalentar lo que resulte peligroso, incómodo o genere excitación o trastornos conductuales.

Este enfoque fue clave para que la institución se convirtiera en la primera en Latinoamérica acreditada como libre de sujeciones. La arquitectura, lejos de ser un escenario neutro, se convierte en una herramienta concreta para cuidar sin invadir, para prevenir sin anular.

Un lugar que se transforma en hogar

La residencia apuesta por un entorno que transmita seguridad. Las habitaciones son individuales y cada una cuenta con una vitrina iluminada junto a la puerta, donde se colocan objetos personales que ayudan a la orientación.

En su interior, los baños permiten visualizar el inodoro desde la cama para favorecer el uso y la grifería está diseñada para evitar confusiones. La iluminación es suave e indirecta para evitar alteraciones, y las teclas de luz destacadas para estimular a que el residente tenga que accionarla y así estimular la independencia.

Las camas fueron diseñadas permitiendo bajarlas a nivel del suelo, cuando las características del paciente lo requieren. De este modo, se evitan las barandas, que son más peligrosas y las sujeciones. Los cajones, con frentes de acrílico, permiten visualizar su contenido, y la ropa se organiza por orden de uso para fomentar la autonomía al vestirse.

“Cuanta más ayuda damos sin necesidad, más rápido se anulan facultades que aún están presentes. Diseñamos para preservar la autonomía, no para reemplazarla prematuramente”, reflexiona Shalom.

El Alzheimer como desafío social

A medida que la esperanza de vida aumenta, también lo hace la prevalencia de enfermedades neurodegenerativas. El Alzheimer, en particular, se perfila como uno de los grandes desafíos sanitarios y sociales de las próximas décadas.

Este tipo de iniciativas demuestran que es posible dar una respuesta ética, profesional y humanizada. Y la arquitectura es gran protagonista; los resultados lo confirman y los residentes se adaptan rápidamente, mejoran su calidad de vida y muchos viven el lugar como su propio hogar.

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